Haz que tu cuerpo físico, conecte con tu respiro.
Que sienta que hace su trabajo bien
y que experimente su máxima utilidad.
Lo más útil que hace tu cuerpo, es respirar.
Haz que perciba eso.
Es tu respiro consciente quien lo lleva
a que se integre a lo que conecta.
Te preguntarás,
¿qué parte de mí es la que se conecta?
¿Con qué, además?
Y, aunque no sea fácil de percibir y experimentar,
quien medita es el alma.
Y lo que resulta más grandioso,
así como hermoso,
es lo que hace la mente: observa, te observa.
Dime si no se trata del acto
más hermoso y consciente.
A la mente cuando observa esto,
no le queda más que aquietarse.
Y, de la quietud, tu mente te observa con amor.
Porque, igualmente sabe,
que lo que estás haciendo es por tu amor.
Cuerpo, alma, mente.
Y ahí estás, respirando,
en quietud, amándote.
Reconoce y celebra el acto.
Como en cualquier y todo acto,
se da una relación, un contacto, un vínculo.
¿Con quién?
Respira.
Podrías inventarte, recrearte, convencerte,
creerte mil historias, tan propias como ajenas.
Porque todo acto consciente
se transforma en una experiencia,
y, en cierta forma, respirando así,
meditando así, te experimentas.
Lo que más debería atraerte,
es experimentarte con lo que conoces o no, de ti.
Respira porque
el contacto va con lo que eres,
con la expresión de ti, lo que contienes,
lo que sabes o crees saber,
lo que desconoces,
lo que más te gusta de ti, lo que menos,
lo que existe en ti.
Imagina cuánto es todo eso
y quizá no alcances, -hasta sería mejor-.
Contenemos todo.
Y estás ahí, sosteniendo eso, viviéndolo.
No es poco.
¿Comprendes lo inmenso que es,
lo inmenso que eres?
¿Disciernes, además,
con lo que quiere ser, contacto de ti?
Y es que respiras
para que tu alma se abra, se expanda,
y tu mente reproduzca eso que experimentas,
que debería ser amor, más que otra cosa,
aunque exista tanto más.
Tanto dolor, tanto vacío, todo eso que se esconde
y que no deberías evitar, por nada.
Tendrías que sopesar tanta molestia,
el amargo cansancio
y todo aquello que te desespera,
que podrías transformar
precisamente por esos conductos,
con los que haces contacto.
Porque tu alma sabe y tu mente también.
Saben que Es, saben quién eres
e intuyen todo lo que existe y más.
¿Cómo negarte entonces el amor?
¿Por qué insistes?
Ya que tu mente observa, considérala en bien.
Hazle las más sutiles carantoñas,
para que no se entretenga y sepa percibirte.
Sepa de tu amor,
sepa de tu amor, sepa de tu amor,
tu grandísimo amor, tu sublime amor,
tu inmensurable amor, tu fuerza.
Tu más grande fuerza,
la que sostiene a tu cuerpo,
la que envalentona a tu alma,
la que encanta a tu mente.
Respiras en plena conciencia,
más que por necesidad, por amor.
¿Qué más?
Permite la observación,
experimenta la quietud,
plena tu silencio.
Un silencio que no conoce el tiempo,
ni habita ningún espacio.
Es libre y es capaz de impregnarte
de todo lo que eres.
Eres bendito, somos benditos.
Respira atendiéndote,
contemplando tu interior, restableciéndote.
Respira profundo y conecta aquí y ahora.
Agradécete.
Om Namaha Shivaya