Así que respira conscientemente.
Atiende todos tus respiros
para que en ti se establezca esa Gracia.
Esa Gracia de saberte, de saber permanecer.
Hay veces en que preferiría
instalarnos en silencio, simplemente estar así.
Pero sé que a veces se requiere
alguna que otra atención.
Y, aunque no lo creas ni lo sepas,
existen silencios que buscan,
que reclaman atención.
Es cuando igual, tu mente atiende,
esperando aquietarse más,
no resistirse al vacío del silencio.
Y es que el silencio,
resulta a veces tan desconocido.
Respira, porque tendrías que empezar a graduar,
a apreciar, a considerar,
las cualidades de tu silencio.
Este, por ejemplo,
en el que crees atenderme, en el que te atiendo.
Pero, en verdad, cada uno atiende su silencio.
Respira en silencio.
El respiro te ayuda a producirlo.
A desatender todo lo demás,
cualquier hormigueo, cualquier pasadizo,
por donde pretendas escabullirte.
Cualquier sobresalto mental,
alguna idea loca, un asomo de tristeza,
algún dolor de decepción.
Haz que todo se haga silencio.
Haz que el silencio se convierta en un método.
El más sano, el más justo.
Haz que cualquier cosa que quieras decirte,
se haga silencio.
Te preguntarás,
¿Cómo noto? ¿Cómo siento?
¿Cómo percibo mi silencio?
Es tanto más que un cese.
Es un estado casi imperceptible
que tu alma conoce y aprecia.
En el que no es posible expresar tensión ninguna,
ni elaboración.
Se trata de tu capacidad de vaciarte.
Dirás, ¿vaciarme de qué?
Tendrías que reconocer,
con honestidad y valentía,
lo que son tus ruidos.
¿Cómo identificar esos ruidos?
Y cuando son muy reprimidos,
son solo pensamientos:
angustiantes, negadores, retadores, soberbios,
que tantas veces cuesta reconocer.
Bajo la pretensión de que son ajenos, instalados.
Respira.
Es que el silencio se respira.
Se deja respirar.
Te deja respirar.
Y, te brinda gozo.
Así identificarías lo que tu silencio es.
El estado de tu silencio.
Atiende lo sutil de tu respiro.
Como te has ido vaciando,
hasta que lo requerido como respiro, es mínimo.
Tradúcelo en silencio.
Valóralo.
Deja el respiro, contén el silencio.
Aguanta y permite que el respiro tome su espacio.
¿Sabes dónde?
En ese pecho profundo.
Resérvalo ahí, quédate ahí.
Cuanto silencio.
Hasta el latido es silencio.
El no respiro es silencio.
Tu mente, plena de vacío, es silencio.
Tu corazón, habitado por ti, es silencio.
Y arde.
El silencio arde.
Si no, no es silencio.
Recupera el respiro.
Recupéralo, aunque cueste.
Respira profundo y empieza a sentirte de a poco.
¿Cómo deberías sentirte?
Amorosamente.
Respira con gusto
y permítete reflejar el gozo,
lo que es tu logro.
Respira profundo agradeciéndote
y retorna con agrado, con alegría.
Estás aquí, siendo tú, queriendo más,
esforzándote mucho y apreciando
lo que has ganado y puedes ganar,
escuchando tu silencio.
Respira profundo.
Om Namaha Shivaya