Brevemente me reviso, me percibo
y, cualquier alteración, cualquier incomodidad,
molestia, la deposito en alguna parte de mí,
que sea susceptible a mi humilde
y amoroso respiro.
Confío en mi respiro,
sabiendo que todo es y me recreo en él.
Asimismo, si siento alegría, gozo, satisfacción,
que sea mi respiro, quien potencie todo eso,
permitiéndome así, saber estar, estar en mí,
sabiendo también que, sobre este ejercicio,
la idea es, ni siquiera estar.
Más bien, diluírse, desintegrarse
y, que lo que esta permanencia es,
pueda y sepa trascender, elevarse,
hasta distanciarse, de todo lo que esta vida,
genera como tensión, inexactitud y límites.
Respira para que sepas percibirte en otro estado,
en una forma de desprenderte, poco común.
Es como si te fueras olvidando
de quién eres y dónde estás
y, pueda sobrevenir el recuerdo más grato,
más íntegro, más sublime, único.
¿Qué sería?
¿Cuál sería tu más preciado recuerdo,
en todo lo que esta estructura programada, es?
Y siempre podría ser
tu primer único respiro, el primero,
ni siquiera de ésta vida,
ni siquiera en una vida así.
Un respiro que te pudo haber llenado,
que te estableció en una integridad,
que te otorgó un principio, en ti.
Que te avivó una conciencia
y te brindó libertad de ser.
Y danzaste, danzabas y te envolvía vida.
¡Y te envolvía vida!
Y empezaste a aprender lo que la vida es
y, saber además,
que hasta podías envolver a la vida.
Aprendiste a concebir vida,
sabiendo lo que el respiro era, es y será.
¿Cuánta vida es tu respiro?
¿Cuánto respiro es tu vida?
¿Cuántas veces quieres respirar y cuántas no?
¿Cómo respiras hoy?
¿Cuánta vida contienes?
¿Estás vivo?
¿Es tu respiro vida? ¿O es muerte, también?
¿Qué tan vivo estás?
Respirando como crees,
¿estás viviendo o estás muriendo?
Diferencia hay y puede que no lo sepas.
¿Respiras para vivir?
¿O respiras para morir?
¿Qué prevalece?
¿Estás respirando o no?
Porque si respiras, debes vivir.
Si vives, debes contemplar tanto,
porque no sería suficiente que apenas te asomes,
a lo que tu vida es.
Si estás viviendo, debes obtener lo que eres
y más, lo que recuerdas.
Y más, lo que olvidas.
Tu olvido, podría matarte en vida.
¿Qué harías entonces?
Si estando vivo, mueres.
¿Sabes cómo sería?
Recordándote oculto,
dejándote alcanzar por lo que tu sombra es.
Dirás, ¿cuánto peligro encierra mi sombra?
Todo. Es la dueña de tu olvido.
Y tu alma, es la fuerza de tu recuerdo.
¿Te acuerdas de tu recuerdo?
Tu recuerdo es Él.
El Principio en ti, es decir tú,
siendo ya quien eres hoy.
Y el respiro es nada, sutil, sutil.
El respiro es interno,
con lo que ya contienes,
con lo que está en ti.
¿Y que existe? ¿Qué tendrías que olvidar?
¿Qué tendrías que recordar?
Nada, es que deberías estar ahí, siendo así,
permitiendo que ese respiro sea tu latir,
tu latir puro,
desde lo que sería el espacio, que tu corazón es.
El más inmenso espacio de respiros puros,
de esos que el amor logra, solo el amor.
Solo el amor, en una constante de acción en luz.
Dirás, ¿y mi sombra?
¿Dónde está? ¿Dónde existe?
¿Qué hace en mí?
Te oculta, te inhibe, te resta, te niega y agrede.
Agrede al amor.
Es mejor que respires y logres el latir
y, de la forma que sepas, te bendigas,
te alivies, concilies con tu Ser
y te propongas en aliento firme,
ser solo respiros en luz.
Respira eso,
hasta que te provoque respirar de nuevo,
conscientemente, haciendo presencia.
Hazte presente, respira fuerza
y agradécete por la bondad que contemplas,
de querer ser, de estar aquí,
de pronunciarte en ti y de querer amarte así.
Respira más y regresa.
Estarás bien.
Om Namaha Shivaya