Empieza a animarte.
Haz que tus respiros te den ánimo,
te den aliento, te den confianza.
Observa bien cómo va tu respiración,
qué tanta fluidez, qué tanta liviandad.
Si sientes alguna congestión, alguna tensión,
respira liberándola.
Haz que la mente se aliviane,
no respondas a pensamientos densos
y, si los sientes, respíralos.
Empieza a percibir lo que mueves tan cercano a ti
y empieza a despejarse lo que,
en esta manera de disponerte,
empiezas a recibir, así como a entregar.
Sigue observando tus respiros
y concéntrate en ellos,
hasta que sea lo único que haces.
Es tanto lo que eso hace por ti,
esa simple concentración, esa sutil fijación,
esa manera de corresponderte.
Y, lo que más, darte ánimo.
De no tener manera de respirar,
eres un ser inanimado, muerto.
No se trataría solo de este cuerpo físico,
hay tanto más en el respiro,
en el aliento, en la percepción,
en el sostenimiento de este sistema,
en tu integración.
De allí lo vital, lo indispensable.
Dirás, ¿qué tanto ánimo necesito para la vida,
para vivir?
Todo.
Y dirás, ¿en qué consiste tener, contener ánimo?
Sería tanto, abarca tanto,
dentro de estos sistemas
en los que nos injertamos y formamos parte,
avivando naturalezas.
Hay que saber contener lo que la fuerza es.
Es cuando,
como sistemas configurados a la perfección,
habilitamos mecanismos
que producen como energía,
lo que esa fuerza es.
¿Es la vida lo que debería darte ánimo?
¿O eres tú quien debería darle ánimo a la vida?
¿En qué consiste la fórmula?
Si entiendes todo lo que la vida misma es,
es ánimo perfecto.
No te faltaría nada, en toda esta vasta extensión,
pletórica de elementos,
totalmente alimentada de fotones exactos.
¿Qué te faltaría? Nada.
¿Pero qué nos ha ocurrido,
que hemos encubierto todo eso?
Lo hemos tapado
y se nos dificulta hoy dar con eso.
Ni siquiera lo ves,
tampoco lo percibes, ni lo buscas.
Te conformas con lo ensombrecido que todo está,
con las realidades fijas que, como escenas, se suceden.
Y te las crees, crees vivirlas,
crees que tu vida son y te olvidas.
¿Y el ánimo?
Como dicen siempre: “por el piso”
¿Cuál piso? ¿Dónde queda el piso?
Lo que pisas, es eso, queda ahí, estás ahí.
¿Y si respiras? ¿Y si buscas elevarte?
¿Y si lo consigues?
Es que ni ánimo. Entras en tu conexión,
con todo lo que eres, todo lo que Es.
Ni ánimo necesitas, eres todo y más,
eres conciencia, eres fuerza, eres luz, eres.
Y el respiro apenas existe,
ya entraste en él y ya eres el ánimo mismo
del Ser que Es, de la conciencia abierta,
despierta, infinita, constante, amada.
¿Te seguirás creyendo las escenas,
por devastadoras que sean?
Sal de ahí, anímate más, más y más.
No muestres pereza, no disimules amor,
no tientes, ni te dejes tentar.
Respira así, conéctate así, respóndete así,
haz tu suspensión, gravita,
que es la forma de elevarte para salir de aquí.
No te impacientes, no acumules lastre,
no te desorientes, vence el desamor,
escoge la luz y aliéntate y, anímate siempre.
Respira a profundidad,
contén de ésto lo que puedas,
lo que necesitas, lo que quieras.
Mantenlo en ti hasta que puedas,
aunque choques nuevamente con la realidad.
Mantente sin perder el ánimo que Es.
Recuerda, ¿dónde queda el piso?
No existe.
Ánimo siempre.
La verdad anima más.
Om Namaha Shivaya