En cualquier parte que esté,
desde donde quiera que te hable,
confiaré en que ahí estás, tal y como me encuentro,
en disposición, en asistencia, en fuerza.
¿Sabes para qué?
Para lo propuesto: producir luz.
Así que colócate ahí, en el centro mismo de tu Ser
y empieza a respirar de manera consciente,
como solo tú sabes hacerlo,
ahora, cuando desde alguna parte de ti,
ya sabes que respirar es lo que más te beneficia
y por eso lo haces.
No solamente en el mayor y mejor sentido
de responderte en vida,
sino saber vivir, saber ser.
Así que respira a profundidad
con voluntad y entendimiento,
esa es la manera consciente de respirar.
Estarías ahí, con atención en ti,
en actitud de no buscar nada y tampoco encontrar,
más bien, es como si la necesidad
fuera suspenderlo todo,
sabiendo que todo lo que contienes,
te ha ido generando una forma de ser,
de actuar, que te compromete.
Todas tus acciones,
conscientes o no, te comprometen.
Y algunas, puede que resulten
idóneas, correctas, puras,
para que te representen,
para que hagan sentir y saber quién eres.
Otras, puede que te dejen en exposición
y puedan desdecir de ti.
Respira atendiendo bien
lo que crees haber logrado,
para hacer de ti este Ser
que hoy puede brindarse tanto de sí mismo,
así como también ofrendar
en sana y útil comunión lo que Es,
con quien sea, donde sea y para lo que sea.
¿Ves cómo se va haciendo
cada vez más sereno tu respiro?
Cómo, al brindarte confianza propia,
puedes acceder a otros espacios propios.
Y lo haces, sabes mantenerte
y, sabes permanecer ahí,
en ese estado en el que te das la oportunidad,
de acercarte más a lo que eres, a lo que Es.
Si observas que algo podría estar nublándote
ese principio de razón que queda en latencia,
algo así como en cuido,
para no permitir que te pierdas,
hazte caso, mantén eso ahí,
con el mínimo respiro,
porque, aunque no lo creas,
tu mente es tan astutamente amorosa,
que sabría emitir cualquier justa razón
para que permanezcas dentro
y en el principio de luz,
que todo Ser contiene,
ayudándote así a que no desfallezcas, no caigas,
no recurras a todo lo insano que sabe contiene.
Respira considerando eso.
Abre tus espacios internos de silencio,
de vacío, de absoluto,
en los que te atreves a contemplar
sin temor, lo que Nada es.
Y los que tú también,
internamente tienes ganados,
por lo que te has propuesto,
por lo que te has comprometido.
No creas que ese compromiso
te estaría restando libertad, al contrario,
el mayor y más libre compromiso humano es:
las ganas de ser.
Y generalmente lo que llamamos
y conocemos como ganas,
-que son muchas y bien lo sabes-,
te llevan a distorsionar, a confundir,
a obviar, a degradar, lo que verdaderamente son,
las ganas de ser.
Así que estás ahí,
compilando lo que tus ganas son, para ser.
Es cuando todo respiro
cobra el más valiente sentido y te abres,
te despiertas, hacia el compromiso que traes
y que sabes reforzar,
sabes comprender, sabes cumplir,
cuando en medio de lo que vives,
te das cuenta que algo así existe.
¡Tendría que existir!
Sobre todo cuando sientes y presientes
que no muchos asumen eso:
el más sublime compromiso.
Y que sabes que, desde algo de ti,
te lo pide, te lo exige
y se va estructurando
con tal forma de libertad que,
¿cómo podrías negarlo?
Cuando bien sabes que
no responde a nada racional,
menos emocional, más bien,
es un sentimiento guardado,
irrefutable, irresistible, inconfundible.
Es una fascinante extensión
y expresión del Todo,
manifiesta, precisamente en ti y,
de tan extraordinaria, no te lo crees.
Y te da por renegar,
por no considerar, ni siquiera valorar.
Pero es hoy así, en momentos así, en los que,
¿de qué te vale resistirte tanto? Compruébalo.
Mantén el respiro sutil y breve,
inspecciona esa ausencia de pensamiento intrusivo
y percibe lo que Es, lo que eres.
Es una sustancialidad indescriptible.
Es cuando tu esencia
tiene la más absoluta presencia,
en lo que tu interno es.
No necesita exteriorizar nada,
así como tampoco recibir nada
de lo que afuera está y, se da lo que Es.
Ni lo que buscaste,
ni lo que encontraste, ni lo que esperaste.
Es lo que Es.
Así te ardan tus entrañas por tu descontrol,
así humilles a tu mente por su disociación,
así pierdas las fuerzas,
ante tu cansancio de ti mismo,
mantén al menos una condición,
-la única, lo único,
que puede producir la luz que eres-:
la verdad.
Dirás, ¿qué es eso? ¿La tenía, la contenía y la perdí?
¿La decía, la sostenía y la traicioné?
¿La desconocía?
Y puede ser todo eso y más.
Por eso debes respirar con exactitud,
tal y como la verdad es, exacta.
Y hacer, pedir, exigir, que lo que tu mente es,
desde la luz que contienes y eres,
la refleje, la pronuncie, la accione.
¿En qué consistiría?
En no transgredir.
Más, lo que la verdad del otro es.
En no mentir.
Más, cuando conoces la verdad del otro.
En no herir, al no saber sentir,
lo que tu miseria puede hacer.
En no consentir acción oculta alguna,
que desdiga de tu luz.
Eso es.
Mantén tu respiro en atención consciente,
en respiro sosegado, en mente confiada,
en actitud humilde y en amor constante.
Mantente así,
por los tiempos que puedan ser para ti,
los tiempos de tu Ser.
Ríndete de una vez y produce lo que eres:
luz en verdad.
Respira profundo,
mantén esa calma ganada y sigue confiando.
Respira agradeciendo por lo que tu valentía es,
al querer amarte como es.
Respira.
Om Namaha Shivaya