Hago, permito, que mi respiración
se realice, se realice en mí.
Por eso lo hago de manera consciente,
haciendo de cada respiro mi alimento,
mi aliento, mi fuerza.
Entendiendo lo que los conductos son,
hago que lo que tomo, sepa recorrerme,
así como, igualmente,
expiro lo que ya no necesito.
Entiendo también, lo que ocurre.
¿Qué pasa en ese transitar
de toda esa energía pránica por mis conductos?
¿Qué se introduce? ¿Qué arrastra? ¿Qué expulsa?
¿Qué tanto necesita este sistema,
de todos esos fluidos?
Y sé que, mucho.
Por eso cada respiro es mi alimento,
mi generador y mi activador.
Habiendo comprendido todo esto,
¿qué más pasa?
¿Cuál sería, cómo sería, la relación que existe,
entre este acto de respiración consciente, silente
y mis contenidos?
¿Qué ocurre en mi mente?
¿Qué ocurre en mi cuerpo?
¿Qué ocurre en mi alma?
Y esa mente que me habita, respira también.
Termina siendo su propio mecanismo
para aquietarse.
Y no es que deje de pensar.
Piensa en mí.
Y piensa de mí, lo que yo quiero que piense de mí.
Quiero que piense que soy consciente,
que quiero estar bien, que quiero sentirme,
desde mis aspectos más internos.
Que perciba la sustancia que soy
y que piense en eso, que aprenda,
que sepa lo que quiero.
Y, que lo que más quiero, es quererme.
Porque, de esa forma, sabría querer.
Que piense eso, si quiere.
Y este cuerpo mío, que opere como quiero.
Y en estos momentos, que no insista,
desde ningún sentido.
No estoy ahí, ni sabría decir dónde estoy.
Solo sé que advierto otra instancia en mí.
Que me ocupa y la ocupa.
Respiro. Y cada vez que respiro así,
sé que también ocurre
una liberación para mi alma,
la produzco, la intuyo, la necesito
y es la forma de hacerle saber
quién soy, quién es.
¿Qué obtengo?
Podría decir que obtengo vida
y, en la misma proporción, obtengo muerte.
Sabiendo bien, que no hay diferencia.
Porque, si hoy habito en las formas,
sé que también -en donde y cuando no existen-
ese alcance, esa extensión, esa plenitud,
es lo que obtengo
con mi simple respiro consciente.
Sé que obtengo más,
pero ni mi mente, ni mi cuerpo, ni mi alma,
sabrían qué.
Es como una fuerza aquí en mi pecho,
en el sentido más físico,
en la visión de mi humanidad,
que me colma, que me plena,
que me sirve, que me ayuda,
que me permite, que me eleva.
Y sé que es. Lo único que existe,
en mí, en todos:
un manifiesto, Su manifiesto, Su único respiro.
Ni lo nombro, porque poco sería.
Ni lo siento, porque no alcanzo.
Me atrevo a percibirlo
y me basta, me basta, me basta.
Amada Fuerza,
respiro por y para ti, por siempre.
Ni abandono, ni debilidad, solo coraje.
Eres fuerza.
Respiro en gozo, respiro en paz, respiro.
Respiro profundo,
atiendo el momento, el presente,
me ubico en Tierra y me agradezco.
Om Namaha Shivaya