Tus respiraciones, profundas y serenas.
Atiende cuidadosamente tu respiración y obsérvate.
Logra que todo sea natural,
tanto tu respiración como tu observación.
Sabes que te estás instalando en tu propio conducto
y te estás desprogramando a través de él.
Trata de que ningún pensamiento te intervenga,
menos con temor.
Cuando se te dice desprogramarte es,
depurar un poco sobre lo que atiendes hoy,
desde lo que parecieran ser también programas,
meticulosamente configurados para intervenirte.
No se trata de que reduzcas la información
o que simplemente evites informarte.
sino que lo que percibes, sepas discernirlo.
Estamos llenos y rodeados de programas,
que vendrían a ser informaciones, concepciones,
que se instalan en ti,
para que sea tu sistema quien responda.
Y lo ideal sería que sí, que sepas responder,
una vez que hayas identificado lo que significa.
De eso se ocupa la mente.
Para eso ocupan tu mente.
Y, desde ahí, trabajan tu mente.
¿No te parece extraño que no seas tú
quien la hace trabajar para ti?
Dirás, ¿cómo logro eso?
Respira.
La clave, sería conocerte.
Que puedas interceptar o anteceder,
cualquier programa que detectes,
te está siendo enviado para obtener de ti,
una respuesta que quizás,
no es la que quieres dar.
Si respiraras bien, si estableces tu íntimo contacto
con lo que realmente eres,
te sentirías, más que preparado, protegido,
por lo que tu conciencia es.
En vez de todo aquello a lo que respondes,
sin ni siquiera pensar.
Tienes que pensar, analizar, contextualizar.
Quizás descrees, al no conocer,
lo que ya existe como programación humana.
Y no se trata de un concepto, ni siquiera un plan.
Es lo que tan inconscientemente
hemos ido construyendo por no creernos.
Y, nos prestamos vida a vida,
a lo que sería este mal ensayo,
para concebirnos en la real naturaleza que somos.
Respira porque al hacerlo,
concibes y activas una fuerza nuclear indómita,
que debería ser tu real naturaleza,
libre, consciente, lumínica y profundamente amorosa.
Piensa bien.
¿Te pareces a eso?
¿O has sucumbido a la infinidad de programas
que has ido almacenando?
Y los que has permitido que te instalen.
¿No ves al mundo opaco, denso, cruel, inhumano?
¿Te refleja? ¿Eres así?
Sé que no ¿Lo sabes tú?
Atiende.
Mientras duermas, mientras persistas
en la funcionalidad de tus pequeños órganos,
reducidos al descontrol.
Mientras más te descreas.
En cuanto más te atraiga este mundo,
te aseguro que te mantendrás atado
al flujo de programas, en los que simplemente,
solamente, lamentablemente,
eres un humano más.
Tan despiadado como el mundo mismo.
Y, si todavía ves y sientes,
tan inútil y lejana tu transformación, tu conversión.
Y cuando se te dice conversión, entiende bien.
Se trata de concebirte, restablecerte,
constituirte y proyectarte en el amor que Es,
sin caer en la lastimera vocación
-por demás humana- de culpabilizarse,
de negarse, así como aferrarse a dogmas,
inventados por quienes temen.
No te temas
Y menos le temas a Aquello.
Respira confiando en que resolverás,
disolverás, programas.
Porque atento estás, como ser en luz,
a confiar en ti.
Respira suspendiéndote, concibiendo nada.
Dios no es un programa, es Nada.
¿Cómo creerías que pudiera concebirse en ti,
tan burdamente?
Más bien, ni se concibe. Es Nada.
Respira profundamente,
Concibiéndote aquí y ahora.
Activándote en lo que creerías es, tu programa,
simplemente para disolverlo también.
Respira y agradécete.
Respira consciente.
Respira en bien.
Respira en luz.
Respira amándote.
Son tantos los días.
Ten fuerzas.
Om Namaha Shivaya