Que el Ser

no se olvide

de ser

Plan de vuelo 2021

Mediante el respiro: exhala, libera, vacía.

Siempre es tiempo para que muera lo impropio.

Es mucho, mucho, pero mucho todo lo respirado. ¿Suficiente? Pareciera que no. Aún nos mantenemos sobreviviendo en medio de barbijos, tapa-boca-nariz y máscaras habituales, a merced de los aires circundantes, tan (des)controlados como (des)proporcionados. Vitales todos. ¿Sanos o enrarecidos?¿Qué más da?

 

Los filtros, en este mundo, persisten y se hacen costumbres que, de a poco, incorporamos con resignación, producto de la fatigable contienda librada con el inconsciente colectivo. Coloso avasallador fruto de alquimia (im)pura de adn, en desmedidas (pro)porciones de ignorancia, ira, retaliación y desparpajo. A la par y en equilibrio, quien renace tras el fragor de ese ardor interno traducido en clamor: la consecución del Plan Único.

 

Ingenuamente, todos estos años, hemos esbozado un “plan de vuelo”, bitácora que no recurre a simulador o a piloto automático alguno, para enrumbar la encomiable tarea de transitarse. Y el plan es el plan, solo hay un plan único. Todos los demás: evasión, placebo en dosis prescrita, terapia ocupacional. Incluso este mismo intento. Este vuelo solo tiene un plan y este plan solo se despliega en íntimo horizonte. No existe espacio externo para tal vuelo. Así que abróchese su cinturón. Ajústese.

Duda, contradicción y despropósito

Se está tratando de que la ambigua inconsistencia de la vida humana amenace con permanecer así, se enquiste como un recurso natural válido, reencarnable y renovable, movida por el oleaje inconsciente de aquello que, desde la “visibilidad” tan cacareada en estos tiempos, termine por cegarnos ante lo visible, tan obvio como inevitable. Tal vez sería hasta más inteligente ser invisible, pasar inadvertido, pero la exposición, el muestreo y la comparsa visual han pasado a ser sinónimos ya no de fama o popularidad, sino de rentabilidad, lo que no hace a esta idea sostenible. Lo innato, invisible e inmortal va quedando sepultado por lo efímero-insustancial. Que el ser se olvide de ser.

 

Pese a lo indómito de la naturaleza humana, la fuerza que distorsiona, manipula y (des)ordena es la que impera en medio de las masas aletargadas, restando consecución al principio transcendental. ¿Cuándo no ha sido así? increpa uno, como desconociendo lo que pende a la par de la constante que circunvala toda esfera en los espacios de evolución posible. Lo que sea eso, lo evolutivo, lo transcendental, tendría que ser el hálito sustancial, lo Divino. Es decir, guarda relación con aquello impoluto, más que ajeno a este fangal inocuo y desalmado.

 

Somos la posibilidad más humana que existe y se ha profanado el privilegio con retorcidos síntomas de dominación-extinción, insertados como bombas activas-reactivas dentro de mundos sin tiempos. Estallidos sistemáticos que implosionan la conciencia una y otra vez, entre los nacimientos, en medio de los espacio-tiempo, mientras transitamos este sueño pesadillezco casi interminable, del que pocos quieren despertar.

¿Por qué se da esa resistencia? Porque el dolor programado persiste, con un agravante: más que herirnos, hiere a otros. Es así como apremia la sentencia dada por la provocación, el atrevimiento y la decisión de quien logra revocarle a la vida su realidad más atroz: no se trata de nada de esto. Claro que existen licencias, en su mayoría consensuadas, supeditadas a pautas de normalización y concesiones. Incumplirlas delata y execra. Ese abordaje pulula, y ha calado como práctica actual de éxito y liderazgo. Se divaga entre feminismo y machismo, misandria y misoginia, ampliándose el campo de los pronunciamientos de género, develando un torrente de fobias que se pierden de vista. Tema capital: religión-espiritualidad, amasijo intransferido a culto o secta. El tótem religioso aún no depuesto maniquea esfuerzos. Erradicados los preceptos puros de interioridad y espiritualidad profunda, el ser sabio que bregó para prescindir de lo ordinario vale todo o nada. Daría lo mismo que decir: no soy nada.

 

Los tiempos van, ya no se distingue si a favor o en contra. Prelan formas y criterios irreconocibles: convertirse en marca, un producto de nombre y slogan. Sostener objetivos que engrosen los oscuros cimientos de la “reinvención”, vendida como “status libertario para recuperar libertades que solo están extraviadas en el karma”. Hay que armar un “emprendimiento “, una franquicia o una asociación, lo más probable, de derrotas ocultas detrás de fachadas e imágenes montadas.

 

Se da la preferencia a pasar de largo, evadir el arduo trayecto del autoconocimiento y la disolución del pesar inherente. Queda más cómodo divagar en el vacío de las eras internas, sin encontrar salida ni fin para la pena de existir así, sujetos a la pasión del dolor consciente o inconsciente. Reducidos a las historias de quienes creyeron vencer, sosteniéndolas para repetirlas o no, según lo aprendido. Siempre signa lo punible, en fin, vicios de conciencia.

 

El mejor ejemplo de vicio humano: la correspondencia entre la materia y el sistema. La memoria que se guarda produce reflejo kármico, expresado en dificultades físicas, mentales, deformaciones, deficiencias, complejos y demás registros que responden a lesiones no sanadas. El dolor no duele, pero sí se transmuta e, invariablemente, encuentra justo acomodo y se presta para alteraciones orgánicas.

 

De cualquier manera, la noción innata de un plan se erige, gana quien lo entiende como propósito. El valiente se impulsa hacia el rescate del tiempo interno, atemporal y sabiamente estimado. Como tarea, el desmarque de lo notorio, ser uno mismo, sin falso ánimo de visibilidad exigida. Saberse despierto y consciente, suficiente.

 

Enfrentarse a la vertiginosa agresividad en que va desintegrando el principio de la Unicidad requiere del valor ganado. Hay que burlar las sofisticadas formas de producir ese choque de realidades buscando, por desgaste, el decline. Por un lado, aquello exacto jamás apuntó a la singularidad o la pluralidad forzada, jugada a cartel y banderas, a derechos exigidos de inclusión o legalización para avalar, certificar, diferenciar, así como cubrir la discutida diversidad, que no va en la dirección de juntar sino de separar. Por otro, la desorientación que empieza desde el día 0. Partida y sello que clasifica y descalifica, el oxímoron contemporáneo.

EL

PLAN

El Plan

Haber atravesado por un año como el 2020, en el que cerca de dos millones de almas decidieron deshabitar este plano, deja una estela inextinguible. Ver un movimiento así hacia espacios, no menos superpoblados que este, abruma. Las tensiones persisten en nuestras estructuras si no hemos sido lo suficientemente conscientes para alivianar peso kármico, así como para desfogar latentes pasiones existenciales. Es sabido lo escurridizo y laberíntico que puede ser nuestro karma, solo desentrañable a vuelo natural. Por lo que sería un arriesgado e involutivo tránsito perderse del espiral ascendente de nuestra sustancia lumínica. Y eso solo se obtiene trascendiéndolo todo.  

 

¿El panorama para esa tarea? Un espeso telón en el que la naturaleza, pese a todos, persiste en su belleza, armonizada por la incondicional dispensación orgánica de la Tierra y El Sol. Integrarse, acercarse, valorar y respetar el estado de los reinos animal, mineral, vegetal y elemental, se ha tornado cada vez más arduo, pese a que nuestra propia naturaleza insta al concilio. Han sido las estructuras de habitabilidad, creadas por los sistemas sociales, que no han aventajado a la destrucción y tampoco se han transformado, lo que aleja esta necesidad. 

 

Nos corresponde acrecentar la intención de armonía, si es que se ha empequeñecido. Hacemos poco ante el irrespeto a las demás especies y sus vidas. Las contiendas y ataques en torno al vegetarianismo, el veganismo, así como las posturas fanáticas desde cualquier corriente que trate de influir sobre el rescate de la depredación, contribuyen a que sean blanco de desvirtualización severa. Los intentos por refrenar los modos y usos del mundo del diseño y la moda, por ejemplo, son hostigados por lo imperios que los sostienen. La explotación y el tráfico humano se solapa tras fundaciones y subrepticias estrategias de impensables manejos. La acrecentada actividad virtual depara ya, en un futuro cercano, inmensurables vías de lucros ocultos.

 

Sumemos la efluvia -dirían los místicos- la dilatada actividad mental que se ha ido cargando de ideologías, neofundamentos, tendencias anodinas y antivalores. Densidad que resta actitud, acción y relación entre quienes permanecen conscientes de la tarea de vida. Es cuando el impulso de “sostenibilidad”, lejos de la parafernalia conservacionista resulta tan precario. 

 

¿Cuál ser, carente de resolución y de amor, puede ofertar sustento a un planeta que solo necesita que cada quien purgue su propia tensión y lo libere de su presencia? Claro que lo que permanece es la sensación de impiedad, más que la del amor.  Amor: recurso y sostén posible, materia prima, poder creativo, sustancia vital. ¿Para qué se usa? ¿Acaso para resarcir la vida, a los seres cercanos, restar o disolver penurias o la impostergable disolución de lo que como karma sostenemos? Se oyen respuestas internas.

 

Una y otra vez se dibuja lo mismo: ser. Eso inalterado, impostergable, recurrente y eterno. A voces de los mismos místicos: la tarea incompleta por cumplir.  Cada paso, vida, tránsito, es la más valiosa oportunidad para adquirir valores, nociones que nos permitan actuar en diligente conciencia hacia la identificación de cada ser, espacio y acción por amar por encima de nuestros resabios, traducidos en malas experiencias que se asoman, como reveses, en escabroso recordatorio de lo que pendiente está.

 

Lo propio es recuperar espacios de tiempo consciente, relaciones de concilio y cierre hacia los seres, utilizando lo que creas es el amor, con o sin su presencia, con o sin palabras. La expresión más simple, la acción más sencilla, desprovista de ego y resistencia, de orgullo y rencor. Con todo eso se arma el mejor plan.

Exhala

La exhalación debe ser tan consciente como la inhalación. El ciclo completo hace a la respiración una acción esencial de vida. Ergo, ¿es la respiración síntoma o señal?  Más que ser el acto inconsciente, ajustado en forma natural al sistema, es la clave determinante a través de la que se vive. ¿Cómo podría entonces estar tan subvalorada por quienes hacen uso continuo de la más importante y vital acción? Sin estimar que, al hacerlo conscientemente, se produce la conexión, igualmente, con todo lo que consciente es.

 

Lo que conviene saber es, justamente, qué es. Qué tanto existe en lo que se respira. El cómo se respira y el para qué se respira. A simple lectura, esto no reviste complejidad, ni quizá abordaje como tema.

 

Nuestra corriente existencial ha simplificado a tal punto nuestro perfecto sistema, que la vida no reviste más trascendencia que la de los roles establecidos por la subsistencia, la representación del rol asignado o adquirido, así como el cumplimiento social de habitante fichado desde el instante de la llegada, que concibe dejarnos atravesar por el aliento vital, hasta la partida o cesación del mismo aliento. Nacimiento y muerte. Matriz y éter. Cuna y urna. Cuerpo y ceniza.  En el interín, se da la extensa gama de saltos y sobresaltos en la gestión de experimentar la vida. Todo dentro de un anhelo, en los seres conscientes, que se entiende así: liberación.

Libera

EL

PLAN

¿Liberar qué? Y quién esté exento de apegos, que se golpeé en la cabeza con la primera piedra que encuentre. No hemos sido capaces de generarnos el suficiente desprendimiento para ejecutar la fantasía existencial que queda vibrando en las células cuando se impregnan de la sustancialidad que caracteriza estos vacíos existenciales en los que nos sumergimos bajo la presión que ejercen en la psiquis, instrumento de la mente que regula y controla los actos de todo ser que se configura en un cuerpo-sistema humano.

 

No hay escape posible a la dialéctica creada para la especie que somos. Es imperioso seguir desentrañando las maniobras propias creadas para la pertenencia, perdurabilidad y retroexistencia que se maneja en la ecuación tiempo-espacio. De eso nos hemos valido para existir en estos planos de conciencia de los que ya nos estamos distanciando por haber descubierto el oscuro entramado que envuelven, a sabiendas de que hemos liberado insanas recreaciones.

 

Entra el juego del no-juicio propio, la expiación y la absolución, relacionadas simplistamente como reconocimiento, sentimiento de unidad y auto-perdón. Aquí no cabe vena religiosa, ni método ni curso, que divague o se afilie a pecado y culpa. Eso nunca ha existido, más que en las mentes infectas de desamor, ajeno -por demás- al Principio Creador. De allí lo referido: de lo ignorado a lo sabido, de la ira al gozo, de la retaliación al perdón y del desparpajo al acto presente consciente.

Vacía

Vacía

Sin descartar lo que la plenitud es, hay que prescindir, desdibujar, diluir, borrar, finiquitar y destruir todo cuanto ya se siente ajeno. Bien sea por superfluo, exagerado, impropio, inconcebible o insostenible. Quizá el mismo resabio, producido por el atávico incruste, prolongue sensaciones asociadas a temores confusos que discurren sin ser lo suficiente advertidos, ya que se disfrazan de irreconocibles emociones, que se mezclan con sentimientos y necesidades que, a su vez, ensalzan otras tensiones inéditas. Pero el insustituible uso del discernimiento, cada vez más ganado y decantado, podría aportar en capacidad y fuerza, para superar estos escollos que no demoran en emerger.

 

No hay que confundir la palabra “vacío”, cuando desprograma y aliviana, con la que desgarra e insensibiliza. Así, se podría pensar que la reconsideración es inquisitiva, y no sabrán cuan escasa es hasta que no se atrevan a dilucidar temores, envueltos en ocultas oscuridades. Esto forma parte de las innumerables posibilidades del ego, esas que distorsionan realidades alcanzadas y se solapan entre sí, hasta no permitir que la desnudez y la simplicidad de nuestra formulación se desentienda y logre, finalmente, drenar lo inútil, lo mal adquirido, lo que pesa, resta y ata.

 

No te determines por lo que ocurre, sucede y se dispone en lo externo. Apaga el monitor que te han instalado para nutrirlo de tus contenidos, pareceres y quehaceres. Trasciende realidades dadas, no sufras ni delates ni recrimines lo que por virtualidad consumes. Afiánzate en lo que vives, que no sea la información lo único que te alimente más allá de tus fronteras. Siente. Conecta. Enraíza, elevándote. No sientas distancia ninguna con nadie ni nada, pero que nadie ni nada se acerque tanto que logre desestabilizarte ni desenfocarte de tu ser interno. Ese que permanece incólume en lo sutil, pero también en el rigor de tu conciencia despierta, pura y activa.

 

Sospecha, confronta y rebate en todo momento, la virtualidad y la recreación que se publicita y vende para que demores acciones internas. Eso no significa que te aísles, ni te prives de experimentar lo que todavía sientas en una fuerza que tu mente arrastra hacia ti para dar concreción de apertura, o cierre, a situaciones que podrían estar relacionadas con tus procesos del Ser.

 

Ese Ser, que habita un planeta que se ha ido despertando para descubrirse y para, precisamente, entregarse al esplendor; porque existe para Ser. Si no, qué sentido tendría toda esta parafernalia celular, molecular-atómica, cósmica, que entrama fenómenos siderales sustanciados en ese polvo de estrellas del que todos estamos hechos.

Mi eterno plan,

a manera de recordatorio íntimo:

Mi eterno plan, a manera de recordatorio íntimo:

  • No me aliento de esperanzas, vivo a acción presente y consciente, para eso: pensar sintiendo, sentir lo que pienso y actuar sin esperar.

  • La tristeza la llevo sin sufrimiento, si la comparto, cuido al otro de mi pesar, aunque sea breve y pequeño.

  • Preservo amor para quien busca. A quien no, no lo hostigo, menos con juicio u odio.

  • Amo por igual, y sin permiso, a hermanos, amigos, compañeros, rivales. Hasta a los seres falsos.
  • Quien evita mi amistad o pretende dañarla, lo ignoro sin indiferencia. No sabría desconocer a otro ser.

  • Cumplidos mis deseos de otrora, si acaso me queda alguna ilusión, que se concrete en anhelo posible.

  • Dispongo de mirada interna, desde allí, veo a todos a la medida de mi propio amor. Me amo toda, por ende, no reparo en defectos ni falsos afectos.

  • Perdono con olvido y sin venganza. Sé que todo ese olvido termina por olvidarme.

  • Río con soltura y dulzura ante cualquiera y por doquier. Sentirme contenta y alegre es parte de mi poder.

  • Domino mi temor con determinación y fuerza, sin avasallar ni transgredir.

  • Quiero aceptarlo todo, sin la inocua tolerancia que distrae al orgullo que presume sin sentir.

  • Respiro mi ser. Me inhalo toda para exhalar lo que ya no es y así liberarme. Restos vacíos que me impidan plenitud y la trascendencia posible.

¡Om

Namaha

Shivaya!

Música recomendada para dar lectura a este texto:  Ólafur Arnalds – Live at Sydney Opera House | Digital Season/.