Soy una Idea Divina

 

 

 

 

 

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Soy una Idea Divina

21  noviembre  2017

¿Cuánta tensión crees seguir manteniendo
frente a lo que es hoy una realidad más que humana?
La incertidumbre de lo que el Ser Es.
Por lo menos hoy, deberías considerar un poco más
lo que estás haciendo, con la acción que es.
Retribuirte una consideración mayor de lo que el Ser, tu Ser, Es.
Por eso, trata de aliviar, de aligerar tu tensión.
Para los humanos se ha convertido en una pesadilla consciente
aquello de querer saber establecer en sí mismo lo que el Ser Es.

¿Cómo podría ser eso?
Imagina tan sólo lo que todo eso produce: interrogante sobre interrogante,
cuestionamiento sobre cuestionamiento, duda sobre duda.

Y lo que Es el Manifiesto, está ahí, tan visible,
tan hermoso, tan constante, tan consciente,
tan abierto, tan expuesto, tan sublime.
Y todo eso convertido en pesadilla. No es justo.
Y sentir, además, que muchos no quieren despertar y terminar con esa pesadilla.
¿En qué hemos convertido entonces esto que somos?
El sueño eterno del Ser. Su más hermoso sueño.
Su más Bendito. Su más Divino sueño.

Qué sentirías si pudieras imaginar
que eres el sueño de algo o alguien y que ese ser sueña en ti,
instalado -además- en una realidad que tú has construido, y que no es tan real.
No deberíamos, no podríamos seguir generando todo eso.
Habría que retomar la idea y extendernos en ella,
expandirnos ahí, en la mera idea.

Siéntete también, por un momento, una idea. Tú, siendo una idea.
¿No te provocaría ser la mejor idea de ti?
¿La más firme, la más lograda, la más sentida, la más reconocida?
Considéralo. Jamás una idea debería convertirse en una pesadilla.
Restablece en tu mente esa idea:
“Soy una Idea Divina”

Om Namahá Shivaya

Mataji Shaktiananda

Una gurú salida del closet

 

 

 

 

 

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De la misma autora llega:

Una gurú

salida del closet

26  octubre  2017

Me sigo atreviendo, así, sin reparar en convencionalismos, ni censura, menos la propia.  No me tocan -entiéndase bien- juicios, ni prejuicios, ni resabios antiguos o tendencias humanas recientes. Tanto menos un click asomando una cara en azorada y enrojecida maldad capaz de devastar integridades. Ira pues, esa que campea por los predios de la sociedad enredada y presa en sus redes. Emojis que delatan la conducta humana, demasiada humana para mi gusto.

Este reciente periplo por Bogotá, Guadalajara y Miami fue atronador. Zonas de guerra disfrazadas de paz, ciudades refugio pero abatidas de narco-terror y pantanos dragados que resisten heroicamente ya no a las inclemencias climáticas, bien sabemos que inventamos el calificativo sonoramente poético, la realidad es que para inclementes, nosotros.

Atravesar naturalezas vivas y muertas con el convencimiento exacto de que se está amando al Ser, por encima de todo, resulta intenso. Ego espiritualizado pulverizado y tensiones internas mediante, lo que impele es este querer ser cada vez más. Adelanto mis disculpas a quien pueda sentirse herido por la atrocidad que cometo a diario en mí. Me vale, pero también me toca aclarar que es mi decisión de vida.

Desde los primeros intercambios en Bogotá me impregné de una energía inédita. Sin aseverar creo que experimenté como un remanso existencial que me llevó a decir sin parpadeo: estoy saliendo del clóset. Así, sin expresión visible de escándalo y menos de vergüenza, más bien respondiendo al aire mundanal que casi me asfixia y hace radicalizar no sólo la actitud sino el verbo y, por supuesto, la acción. Salí del closet en que me escondía por mi postura profundamente espiritual. No existe ningún otro sentido de la vida para mí.

Repito: sí, salí del closet. Lo siguiente sería un ¿y qué? Es decir, me voy al extremo de no tener que lidiar en ninguna instancia con quien no pueda con eso. El resto será historia, para quien la necesite, no es mi caso, vivo al día con esta elección de tomar el lado espiritual que tiene la vida. El único en realidad, pero que por una y otra cosa, se nos chispoteó ese propósito. Me he convertido en una monógama espiritual, que no una fanática, menos extremista ni tampoco dogmática.  Desde la posibilidad que brinda hoy este mundo, envuelto en pareceres existenciales que no dan cabida a libertad de ningún tipo, que persigue todo lo que no se ajuste al molde y que condena sin decoro, sin pretexto, sin piedad, me resisto tras el amor propio, la fe y la voluntad para andar y eso basta y alcanza. Nada sobra.

Para muchos habré salido del closet hace tiempo, pero les aseguro, nunca así. Y es que los tiempos nos están permitiendo mucho al mismo tiempo que poco y discernir la oportunidad propia es vital. Todo se clasifica, se distorsiona, se conjetura con la vara de la ignorancia y la incredulidad. Vaya coctel de bienvenida para cualquiera que pretenda nacer de sí mismo, en lo que sea. No existe distingo en la impiedad.  El látigo de la indiferencia, la burla, el ataque, la sospecha azotará, pero esta vez no hay cruz que valga ni cuerpo que resista. Sostiene el desprendimiento y la bondad. Hay  fuerza en el Ser sobre la fe de la existencia en vidas que ya no soportan la esclavitud de los sentidos, el culto al status, la omisión de prioridades y la no respuesta.

Sea lo que sea lo que se sepa de uno mismo hay que creérselo y el resto que vaya buscándose una vida a quien rendirse en cuentas y cuentos. Mi historia presente: estoy fuera del closet. Me acepto toda.

Gurú Sin Estuche

 

 

 

 

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Gurú Sin Estuche

5  octubre  2017

Sigo.

Puede que suena simple y ordinario mi estado de reflexión e inflexión. Pero este ejercicio es determinante para exponerse sin restas ni sumas exacerbadas, sabiendo hoy que cada quien (des)atinará con su juicio desde el estado de conciencia en que se encuentre.

El choque ante la figura de un Gurú es inevitable, también lo fue para mí. ¿Quién en su sano juicio quiere responsabilizarse por la guiatura o la orientación, en estos tiempos, de persona alguna? Ya la vida propia late y se bate demasiado para andar de “buen samaritano” exponiéndose y ofreciendo ayuda a quien ni siquiera sabe bien si la quiere o si la necesita. Sé bien hoy que todo es parte de un umbral por atravesar dentro de la enquistada memoria –selectiva, por lo demás– que el hombre ha querido sostener sobre lo que cree creer o lo que le conviene creer.

Asimismo, todo será mito y superstición convenido en dogma y esa explosiva mezcla cuenta para invalidar(se) ante cualquiera intento, humano o divino, de expresar esas aristas de la conciencia que van surgiendo en la medida que nos vamos desprendiendo de esta inhumana condición del ser.

Recordar la resonancia que produce un buen Gurú, estremecer los filamentos internos, las cadenas de ADN que se atreven a vibrar al contacto somero con alguien que en memoria activa significa un tropiezo con las más mínimas desviaciones de conciencia que hemos mantenido y las estruja, las moviliza, las tensa, es ir alcanzando o comprendiendo la naturaleza de los más sólidos convenios humanos de expandir la conciencia.

Si te enseño me enseñarás, si te sigo me seguirás, si te busco me buscaré, si te encuentro me encontraré, si te reconozco me reconoceré, si me rindo te rendirás, si me entrego te entregarás. Todo eso me permito. Gestiones del alma que sólo se atreve a experimentar quien sostiene memoria del ser espiritual. Aquello que la razón en temor niega. Niega el amor descifrado en misticismo. Aquello también que el hombre creó para recrearse.  Misticismo que cada vez pareciera ser más válido ante tanta crudeza existencial. Aquello que, por lo demás, nos arrebata la fe en la conciencia, nos desbloquea los filtros de dolor, compasión y desarraigo.

Claro que ya a estas alturas, con la formalización de una escuela para el desarrollo, la evolución, el cultivo de la conciencia,  o como quieran entenderlo, lo que celebro por encima de toda maldisposición y crítica es el inequívoco aliento espiritual que generamos. No puedo ni quiero negarme ese sentir íntimo que ni pretendo ni quiero que nadie lo entienda.

Memoria Visual | Ladrillos Rojos

 

 

 

 

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Memoria Visual

Ladrillos Rojos

Plaza Durbar,  Katmandú

Septiembre 2017

Vestigios de una crónica roja quizá hoy oscura, negra por lo oculta en la memoria colectiva. Ladrillos, rojos, enteros algunos, trizados otros. No hacían caminos, ni casas, ni templos ni nada. Reposaban arrimados, apilados, inútiles. Cientos de miles por doquier.

Guardé dos años éstas imágenes de Katmandú. Había decidido no exponerlas nunca. ¿Cuál es el ánimo que requiere contemplar la destrucción? ¿Mostrar qué? Y hasta la devastación debería siempre tener lo que sigue: levantar, reconstruir, armar. Eso sería.

Hasta dónde supe, a dos años de aquel terremoto de magnitud 7,8 en Nepal, el 25 de abril de 2015, seguido de un segundo en mayo de 7,3, nada ha cambiado mucho. Para la memoria: cerca de 9.000 muertos y 22.000 heridos. La peor catástrofe natural en la historia de ese país, superó a la tragedia ocurrida del 15 de enero de 1934, cuando fallecieron 8.500 personas por un terremoto de 8,1 grados.
Y la memoria de la cámara incólume, así como la nuestra.

Mataji Shaktiananda

Cuando el cielo se abre

 

 

 

 

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Cuando el cielo se abre

12 septiembre 2017

Cuando el cielo se abre, digo, por usar una expresión. Decimos cielo así, a boca llena, por ser aquello que nos representa lo más grande. Así como decir igual, se abre, porque nos parece que a veces se cierra. Y entonces de la nada surge un boquete por el que traspasan rayos de la luz, el Sol mismo, pues. Terminamos -finalmente- impregnándonos de algo poderoso. No es un fenómeno inusual, pasa mucho, por todos lados, en muchas partes. Pero lo que resulta poderoso es estar en presencia de eso. Contemplar eso.

Aquel día, todo parecía sombrío, tantas tensiones climatológicas acaban por enrarecer los ambientes, se enturbian, se decoloran, las temperaturas se disocian y suben y bajan al antojo de las precipitaciones pluviométricas. Se pronostican desastres. Y la arremetidas se advierten con inexactitud ¿y cómo no? El clima siempre ha hecho lo que le ha dado la gana, igual que nosotros. Tiene igual, libre albedrío ¿no les parece? Y las especulaciones, disertaciones, estudios, asociaciones dicen que está imbricado con el nuestro.

Cuando contemplé aquello todavía los huracanes y los terremotos no se habían sucedido, sólo aquel eclipse que difuminó todo.  Y nos cegó hasta la sombra, sin presagiar bien cómo nos sería retornada. Cómo nos la devolvería. Y es así, fue así y será así.

Este planeta no tiene mayores problemas que lamentar, tiene lamentaciones que crean problemas. Aquellas que nos persiguen tanto como nosotros a ellas. Y por eso volvemos, a veces, sin idea clara de la realidad posible: disolverlas. Y las lamentaciones están tanto en uno como en el otro, es decir, en las relaciones  -circunstancialmente- en cada una de las personas con las que nos tropezamos.

De esas lamentaciones, producto de expresiones y manifiestos de “dolor” surgen todas las consecuencias. Incluso las hambrunas, las guerras, las persecuciones, las  divisiones. Lamentamos mucho el hecho de existir, más en este planeta. Cuando nos hacemos conscientes de eso salta exponencialmente lo que traemos, sea lo que sea. Frenéticamente se activa la memoria, sea la que sea, que nos hace recordar lo que nos ha devuelto nuevamente, así como los mecanismos que contenemos para asumir la existencia en vida, sea cual sea. Cada quien asume su rol existencial y manos a la obra, es decir, a la acción, sea la que sea. A pensar como se es, seamos quienes seamos; a decir lo que se piensa y a obrar como se siente. Sea como sea.

El redil, aunque nos parezca conocido, se abre igual como nuestro campo de acción. Estamos entre el cielo y la tierra. Todo nuevamente por descubrir, por conquistar y en el mejor de los casos, por transcender. Pocos llevan claros el objetivo de salir, para la mayoría es la oportunidad de continuar y aquello de “¿dónde quedé, a quien dejé, a por qué vine?”. Todo va recobrando validación ante las circunstancias creadas y nos reforzamos eso, a cada paso.

A cada paso en esta tierra desde donde el cielo venteó hasta arrasar con la vida que creíamos sólidamente construida; que tembló hasta llevarse hasta los muertos que se creían vivos. Toda la elementaridad en juego constante con lo que somos, en medio de este cruce de reinos que se creen tan lejanos entre ellos.

Nos abrimos y nos cerramos igual, sin delirios místicos ni connotaciones apocalípticas. Ya todo fue, ya todo sucedió y lo mejor, todo pasa hasta dejarnos intactos, de ser posible, en nosotros mismos, en este presente simple, absoluto y  perfecto.

Gurú sin Estuche. Ni Peluche, Ni Espanto

 

 

 

 

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Gurú sin Estuche.

Ni Peluche, Ni Espanto

6 septiembre 2017

Pareciera que todo lo que espanta asusta. Esta mañana descubrí que no. Divisar no muy lejos unos espantapájaros me provocó una profunda contemplación. Me movilizaron hasta celebrar los más primitivos recursos humanos, mecanismos alcanzados para sobrellevar la convivencia en los que la ley de vivir, convivir y sobrevivir operan efectivamente.

Estaban tan dispuestos en sus labores como la misma campesina que durante días previos aró y sembró. Hermosos con sus harapos y espléndidos sombreros que los encubrían del sol tan perpendicular del Ecuador, proporcionándoles esa apariencia humana, engañosa, por lo demás, para quienes representan nada menos ni nada más que: un ser.

La realidad es el juego que se entabla con los pájaros. Seguro saben que no existe nadie ahí, pero algo los observa. Algo más también sabe, que sólo se trata de simular ser un ser sin ser, que se está sin estar. Es una permanencia hueca, vacía, simulada, puesta para que surta un efecto. Y esa consecuencia es temer a actuar. Inhibirse, en algún caso, respetar podría ser otro, alejarse en el mejor o arrasar en el peor.

Porque no es que el espantapájaros se planta en una guerra declarada contra los pajarracos, su rol es la advertencia del cumplimiento de una ley de convivencia en la que él cuida y –quizá– responde por el trabajo de quien sembró para cosechar.  Su rol es persuadir con su presencia –que suplanta la ausencia del sembrador– que las semillas sembradas o los brotes que se asoman no sean engullidas por los pájaros. Por otro lado, es muy probable, que el espantapájaros no sepa que más bien éstas aves purgan el terreno de bichos que contaminan el cultivo. No lo sabe, él funge tan sólo para lo que fue creado: espantar, si es posible, a los pájaros. Vuelvo: saben que la vida es un patio de recreo.

Al contemplar se ve a los cuervos en sano desafío. Sobrevuelan atentos. Descienden prudentes. Al más mínimo movimiento producido por los trapos, dispuestos al viento, levantan vuelo. Juegan sin descanso frente a los intrépidos guardianes del solar sin restarse ánimos. Es rutina de vida.

Inevitable rememorar que Dorothy (El Mago de Oz) se hizo de uno como su mejor amigo, cuando llegando a una intersección, siguiendo el camino amarillo hacia Ciudad Esmeralda, un espantapájaros le señaló –sin pensar– ambos senderos. A lo que ella le increpó:

_ ¿Por qué haces eso parece que no pudieras decidir? Entonces él contestó:  “es que no puedo tomar decisiones, no tengo cerebro, todo es paja.”

_ Y cómo hablas si no tienes cerebro –le preguntó Dorothy.

_ Eso no lo sé, pero hay muchas personas sin cerebro que hablan demasiado ¿verdad?

_ Sí tienes mucha razón –respondió ella.

Lo que sigue es la historia. Con la ayuda de Dorothy, quien lo liberó del palo del que permanecía colgado día y noche, el espantapájaros cobró libertad de acción para enrumbarse a la tarea de encontrar también al Mago de Oz. Sabiendo que mucho sol, lluvia, viento y su es(clavitud) en tierra era suficiente “elementaridad”  para su existencia. Necesitó éter para seguir. Eso sería lo que le pediría al Gran Mago: un cerebro, es decir, una mente para pensar.

“Todos pueden tener cerebro, es una ventaja muy vulgar, toda pusilánime criatura que se arrastra por la tierra o se escurre por los mares tiene cerebro”–le dijo El Mago, para hablarle y le dijo luego: “En mi tierra natal existen universidades, hogares de saber donde los hombres van a convertirse en eruditos. Al salir de allí piensan en cosas grandes, profundas, y su cerebro se iguala al tuyo, ellos tienen algo de lo que tu careces, un diploma. Así pues, en virtud de la autoridad que me ha conferido la Universitatus Comiteatus e Pluribus Unum, con este diploma te otorgo el título de Doctor Honoris Causa.

_ ¿Doctor en qué? –le inquirió el Espantapájaros.

_ Quiere decir… Doctor en Eruditología.

“La suma de la raíz cuadrada de cada uno de los dos lados de un triángulo isósceles es igual a la raíz cuadrada del otro lado…Oh! Victoria, al fin…¡tengo cerebro!“ –expresó sin aire el personaje en cuestión.

Eureka! Lo enunciado por el espantapájaros no fue más que un atisbo de las ternas pitagóricas, algo que se puede seguir generando hasta el infinito… y más allá. Es decir: más que libre albedrío o el mismo conocimiento como requisito social, es estimar su más íntima sabiduría.