En este momento
me dispongo a hacer justo lo que quiero.
Guardo un propósito, me guío en una senda,
tengo mi Ser abierto,
y mi corazón late a la par de lo que respiro.
Entonces me respiro a mí,
en esto que siento, en esto que soy,
y a lo que ahora mismo me dispongo:
a meditar, a establecerme en calma,
a hacerme en mi silencio, a escucharlo,
a serenar mi mente, a saber lo que contiene.
Y también, a explorar lo que ya no soy,
lo que ya no quiero.
Así que respiro, con atención,
en disposición consciente,
y me observo amorosamente.
Muy amorosamente, me observo.
Me desprendo de todo juicio hacia mí,
cualquier reclamo, ningún intento de denuncia;
más bien, hago que cada respiro me suavice,
alivie mis tensiones.
Y lo logro.
Me siento en serenidad,
en aplomo, en complacencia, a gusto,
y aprecio mi respiro, todo lo que me produce,
cómo me acompaña, cómo me fortalece,
cómo me ama.
Así mismo voy sintiendo cómo me expando,
cómo todo lo que contengo es susceptible
a ser expandido, compartido, entregado.
Y lo voy haciendo, me voy entregando.
Y no se trata de una sensación
o algo elaborado por mi pensamiento;
es una entrega, a lo que sé existe
y me ha entregado tanto.
¿Cómo no corresponderle?,
si sé que todo lo que existe
ha sido una entrega hacía mí,
más que una sutil y divina dádiva.
Y ya no me pregunto si lo merezco o no.
Ya sé.
Por eso, lo acepto todo amorosamente,
y me siento en la capacidad de entregar igual.
Correspondencia.
Y saber que es una Ley. Es una Ley.
¿Cómo inhibirme entonces?, ¿cómo irrespetar?,
¿cómo no apreciar, valorar, amar todo?
Y mi respiro ahí.
Mi respiración en la constante,
apacible constante, amorosa constante,
a la que aprecio cada vez más y más,
en la medida que sé quién soy.
Y reviso la cualidad de mi respiración,
brevemente, para seguir.
¿Cuándo sabre dónde estoy?, si es que importa.
¿Dónde estoy?
Y busco alguna ubicación,
quizás precisa, ¿acaso lo preciso?
¿Es necesidad saber dónde estoy?
Y no marco lugar, ni espacio,
para saber si avanzo.
Y solo respiro, para precisarme en mi espacio,
en mi estado de conciencia,
para hacer registro de lo que podría pesarme
y que no me permita ese libre andar,
desde donde quiera y hasta donde pueda.
Quiero sopesar el estado de mi conciencia,
la liviandad que guarda, o la pesadez que encierra,
la tensión que aguanta.
Y respiro.
Respiro, entendiendo dónde estoy, sabiéndolo,
y no permito que mi mente me ubique, ni yo a ella,
ni le acepto ningún desplazamiento inadecuado.
Hago que mi respiro sea tan preciso,
y produzca esta precisión de alma
que sé debo producirme.
Y el respiro lo hace, el respiro lo logra,
y existo en mi respiro, me ubico en mi respiro,
siento todo en mi respiro.
Ya sé que para alivianarme
no respondo a condena,
ni mito existencial, ni a dogma creado,
ni a palabras falsas,
ni a ningún nombre falsamente erigido.
De alguna forma sé, que nada existe,
y que lo que soy en esa nada, es lo que Es.
Y que aferrarme a lo que soy
ni me lleva, ni me conduce a nada.
Y que lo que habito es un sistema de almas afines,
que se aman y se disocian por igual,
que se establecen en pugnas,
así como se solidarizan,
por alguna que otra causa.
Y se la creen.
Y mi respiro me ubica, así como me conduce
al estado que Es, al estado de mi Ser,
el que propongo, el que entrego,
al que correspondo,
y con el que establezco correspondencia,
tratando con todo lo que creo ser,
que sea luz, que sea entendimiento,
que sea amor, que produzca fuerza.
Y respiro para saber nuevamente dónde estoy,
qué hago aquí, qué realmente quiero,
cómo asimilo y registro todo esto, lo que existe.
Y respiro para hacerme en bien,
para sostenerme, y hacer que mi entrega sea,
guardar la ley y que la ley me guarde.
Que así sea,
hoy y siempre.
Om Namaha Shivaya.