EL INFIERNO ES TU TEMOR

Meditación con Mataji Shaktiananda

22·02·2023

Mantén tu respiro sosegado,
respiros que te tranquilicen,
que te calmen la mente
y no la llamen a reflexiones inoportunas,
a pensamientos ocurrentes.
Más bien respira para callarte.
Que se calle todo en ti.

Haz que los respiros callen esos circuitos,
que se han convertido en ruidos internos,
en forma de angustia, duda, insensatez,
y que, poco a poco, has ido identificando
por la misma forma en que te hacen respirar
con algún sobresalto,
mayor consumo de tu prana.
 
Y sabes que debes balancearte,
tomar lo necesario, así como soltar, sin desgaste,
sin exceso, ponderadamente,
hasta apaciguar todo.
Y te encuentres ahí, en ti,
sin límite de espacio, sin tiempo posible.
Respira. Respira.

¿Te creíste alguna vez lo del infierno?
Piensa. 
Y podrías precipitarte diciendo que no.
Te lo creíste ¿Verdad que sí?

Y esa forma en que te lo creíste,
obedeció a lo vivido.
¿Por cuantos infiernos habrás pasado?
Sin llamarlos así, sin reconocerlos así,
bajo ese estigma impuesto, hasta implantado.

Y por supuesto que no se habla de un lugar
ni de un espacio específico.
¿Y porque lo llamamos así, infierno?

A sabiendas de que ardía,
quemaba, carbonizaba, cenizas.
Ya sabrás que el infierno es propio y existe.
 Y que tanto mejor si,
 desmontas el vocablo desde donde fue inculcado.
Pero es un ardor, un insano ardor.
Que aparece, ocurre, cuando se mal actúa.

Y dirás ¿Qué mal es ese?
Y básicamente es cuando te desconoces,
cuando no te atreves a conocer quién eres.
Y entras como en un limbo de sensaciones,
 que te llevan a actuar impropiamente,
es decir, fuera de la Ley del Amor.
 Y caes en tu propio infierno,
angustia, incomprensión, desazón, vértigo.

Y el hombre supo llamarlo así,
atemorizantemente: infierno.
Creado, producido, de su propio temor.
Respira.

Ya sabes que se cree en lo que se conoce
 y existe una parte de ti que reconoce eso
 y recurrentemente va hacia allí,
hacia los infiernos propios,
contemplados igual dentro del infierno mayor,
en el que habitamos todos y, nos habita.
Y que existen momentos
en los que ninguna evasión,
 permite situarse fuera de ellos, fuera de este.

No tendrías que apelar a ningún lugar común,
 interpretado, popularizado,
por nosotros mismos,
para atacar este plan de convivencia
que la humanidad es.
 La misma humanidad es un infierno.

Atiende tu respiro.
Observa que, pese al tema,
no existe alteración en ti, ni temor.
Es como si estuvieses en pasaje conocido
y, sin resistirte,
vas elaborando desde lo que contienes,
lo que es, lo que sería para ti, recrear eso.

La pregunta es,
¿Cuánto tiempo más
crees que puedes vivir ahí, así?
¿Cuánto ardor te produce?
¿Cuánto has podido transmutar
para llegar a sentir
que no quieres estar ahí, en infierno alguno?
Y que no te asustan los fuegos internos,
las llamaradas, ni las mismas cenizas
de tus mismas sustancias.

Observa tu respiro.
 Y vas necesitando tan poco.
 ¿Sabes por qué?
Porque de transitarlos,
has trascendido tus infiernos.
De haberlos creído tanto, ya no existen.

Y solo han ido quedando
tus más depuradas cenizas,
de las que renaces una y otra vez,
por tu necesidad de vida.

Y aquel Hombre que nunca cenizas fue
y que, a partir de Él, un infierno se creó.
Tienes que hablarte,
tienes que romper tu silencio.
Tienes que hablarle, y decirle con todo tu amor:

 Soy tu ceniza,
seas quien hayas sido,
estes donde estes, existas o no,
habites o no, esa conciencia,
la que tantas veces habité, creyendo.
Ya no creo más en el infierno que fue.
He escogido, he sanado, he trascendido.
Alabo tu conciencia, pero aspiro a más.
A la conciencia donde ya no existen infiernos.
Y estaré bien, estaré en bien.
Responderé al bien,

que no es más que amarme.

Alabanza eterna a los hombres de bien.
A los hijos del Ser.
Ya creo lo que soy.

Observa tu respiro y agradécete.
Agradécete más.

Has aprendido a creer.
Créete eso.

Om Namaha Shivaya