Hemos sido tontos

Meditación con Mataji Shaktiananda

29·06·2022

Mantente respirando a profundidad,
con tu mayor serenidad
y con tu actitud meditativa.
Puede que te preguntes,
cada vez que te dispones a meditar,
si es buena tu técnica,
si respondes a algún método.

Y te valdría trascender eso, basarte en esa actitud,
que juega con técnicas, métodos.
Te encontrarías así, con cierto rigor,
por demás propio.
Alguna autoridad profundamente amorosa
que yace en ti y que te ordena
un exquisito propósito: medita.

El vocablo es común, más hoy,
porque si te atreves, podrías adecuarlo
a que se convierta en un ritual propio,
sin que te atemorice esa palabra.

Es cuando te colocas
tan perfectamente desde tus formas,
a ocupar tu espacio de manera consciente
y te abres a ti, cerrando tus ojos,
sellando tu cuerpo,
considerando extasiarte y, estás presente.
Simple ritual.

Se basa igual, en que respires con sutileza,
ciertamente como si te extasiaras,
produciendo cada respiro con profundo ánimo,
con valiente aliento y en paz.
Mente quieta, cuerpo calmo, corazón abierto.

Hay quien dice que no sabe qué es el amor.
Esto es amor.
Esto es amor.
Esto es tu amor.
Porque te confías a ti, te entregas a ti
y cada respiro te sostiene,
armando así, el simple ritual,
sin responder a nada ni a nadie,
sin alardeo, sin muestra alguna,
como bien exigen estos tiempos.

Y tu elección de permanecer así, aquí, contigo,
es más que válida.
Es un valor íntimo, es una respuesta propia,
es tu más pura aprobación.
¿Qué más quieres?

Y me pregunto y te pregunto,
¿crees que cuando meditamos
nos olvidamos del mundo?
O, lo que podría ser mejor, ¿nos olvida el mundo?
Este que desgarra…
Y creo que sí, ¿qué crees tú?

¿Cuándo es válido el olvido?
Y es cuando mal recuerdas.
Porque pareciera que el plan va
porque recuerdes siempre todo esto.
Tu plan debería ir, por que no.

Por eso respiras así,
considerando el ritual que disuelve,
que te abstrae y que te lleva hacia ti
y que combina tan perfectamente
todo lo que tu respiro produce,
la provocación de cada latido,
inmerso en tu organismo, más que activo.

Ese latir genera pulsos en tus fluidos,
que se coordinan desde tu amor,
para que bien te sostengas
y sepas implosionar tus procesos,
más, los que debes resolver.
Por eso meditas.

Y es que, si acaso pararan,
pero se precipitan, se acumulan.
De ahí la necesidad tan íntima,
de expandirte así, en medio de ti,
en medio de todo esto que no olvidas,
que no te olvida y que te recuerda quién eres.

Por eso siempre vale la pregunta
y cada una de tus respuestas,
hasta que se disuelva todo
y cese todo.

Dirás, ¿cuándo? ¿Cuándo cesan?
Si existe alguna respuesta, la contiene tu silencio,
hasta que el mismo silencio, no contenga nada
y abandones así el vicio de darte razones
para saberte, para creerte, para amarte.
Nada de eso amerita razones,
porque no existen y, de existir,
no te las creyeras.
Somos tan tontos.

Somos tan tontos
 que, si pensamos que no pensamos,
nos sentimos tontos.
Somos tan tontos
que, si sentimos que creemos,
somos muy tontos.
Somos tan tontos
que creemos que quien no cree, es tonto.
Somos tan tontos,
que creemos que amar, es tonto.

Respira y recréate
porque en cierta forma,
si hoy estamos aquí viviendo,
es porque hemos sido tontos. Muy tontos.

Respira toda tu tontería,
toda esta tontería que una y otra vez
te recuerda este mundo.

Considera respirar mucho,
respirar bien, meditar profundo,
alcanzar tu memoria, la original,
la que nada tiene que recordar, porque Es.

Activa tus conductos,
controla tus latidos, tus pulsos, atiéndete.
Refuerza tu andar y, si te es posible,
acelera, para que trasciendas todo esto.
Ya no seamos tontos.

Respira profundo, retomando cada respiro,
con la conciencia que es, en el mundo que es,
con voluntad.
Por encima de todo, agradécete.

Agradécete profundamente.

Om Namaha Shivaya