Sopla, sopla, sopla tú también.
Haz parte del trabajo que implica disolver.
Tendrías que ser valiente y atinar
algunos de esos mecanismos que contenemos.

Y esa acción de soplar,
es como si descomprimieras
y ayudaras a que tus tensiones puedan salir.
Y, entiende bien,
es como si hicieras un acto consciente,
voluntario, desde tu Fe, para remover.

Distinto sería resoplar.
Ahí podrías estar sintiendo malestar y lo expresas.
Y, de alguna forma, eso te contamina
y podría además, alcanzar al otro.

¿Ante qué o quién te provocaría soplar?
Y te doy un ejemplo:
te sientas, contemplas, observas, intercambias,
interactúas con lo que sea, con quién sea.
Y, poco a poco, vas sintiendo que se dan, que se dicen,
formas a las que te ves enfrentando pareceres,
cuestionamientos, solicitudes, demandas.
Y, desde alguna parte de ti crees que, asimismo,
no encuentras forma alguna de asumir o debatir eso.

Sopla.
Sutilmente, imperceptiblemente.
Y, aunque no las veas,
expides partículas de ti, a voluntad, a conciencia,
con las que puedes igualmente actuar,
en medio de esta gran escena,
en la que cada vez te sientes con menos ánimo,
incluso capacidad de dar tu respuesta.
Sopla.

Bien sabrás, que en el éter mismo
se conjugan las fuerzas y la tuya,
las que crees perdidas, las que crees no te alcanzan.

Y pensarás,
¿sería prudente hoy, cuando todo aire pareciera enrarecido?
Por lo mismo,
si desde tu aliento conduces amorosas partículas,
que más que atacar, defienden,
que más que defender, ceden.
Y pensarás que es una forma de rendirte, no siendo así.
Más bien, recobras el ímpetu de no aplazar ni dejarte disuadir,
ni mucho menos abandonar tu Plan Maestro,
por el que ha sido tu concepción.

Y no se trata de evolución o avance,
que ya hoy quedan como palabras menores, ante la bilocación
en la que han transpolado nuestros sistemas.
Es marcar tu consecución,
tu constante, tu aparente delirio por Ser.

Juntemos alientos.
Mantente.

Om Namaha Shivaya