Mantén tu respiro, profundo y pausado.
Sutilmente, encuentra algún mecanismo,
interno o externo,
que te haga sentir que estás ahí.
Tal vez podrías visualizarte,
recrear el espacio que ocupas,
figurarte en tu postura,
así como ir percibiéndote, igualmente,
a través de tu respiro.
Sentir tu cuerpo, escuchar tus sonidos,
así como percibir alguna
reacción ante esta acción,
esta actividad, este ejercicio que te propones:
experimentarte.
Respira con sutileza, imperceptiblemente,
pero produciendo, provocándote,
sin dificultad, cada respiración.
Buscando que sea armónica, rítmica,
acompasada, hasta musical,
aunque no escuches nada.
Es la melodía que generas,
para producir tu silencio.
Tu silencio, tu vasto silencio.
Es inmenso, tal y como tú eres.
No te resistas.
De todas, todas, contienes un silencio.
No pretendas poseerlo, más bien, libéralo.
Respira, produciendo cada vez
más exactitud en tu silencio.
El logro sería:
sí acallas tu mente y la integras a tu sutil melodía
y permaneces ahí.
En cierta forma creerás que te atas,
que estás, que cuentas con presencia,
que te abraza este cuerpo.
Siéntelo mejor así:
que, de alguna manera, solo te abraza.
Y que, en cualquier momento también,
se permite, te permite, soltarte.
Y que lo que está, lo que eres, es esa alma,
que vive aquí, porque así lo quiere.
Respira sabiendo lo tanto y lo mucho
que has querido vivir y, que lo estás haciendo.
Aunque no sepas bien si es lo mejor que puedes.
A lo mejor, podrías vivir mejor,
sentirte mejor, conocerte mejor.
Por lo pronto, respira.
¿Cómo va la melodía?
¿Cómo va el silencio?
¿Cómo va la plenitud?
Y te extiendes…te extiendes.
¿Sabes cómo ocurre eso?
¿Cómo sería lo que permite
y lo que abarca tu extensión?
Empieza desde tu mente tranquila,
respondiendo a tu serenidad,
sin sobresaltarse, sin exaltarse,
simplemente manteniéndose, sosteniéndose.
Sigue con tu ampliación,
sin que ningún sentido participe.
No están, no son, no responden.
Es a través de tu mente,
que comienzas a extenderte,
a partir de tu sistema,
hasta el campo que alcanzas.
Tu campo, en el que habita lo que eres,
en principio, fuerza, energía.
Eso, no tiene límites.
Respira sabiendo que,
en realidad, no guardas límite.
Que vas y haces, lo mejor que puedes,
tu digna tarea de vivir.
Respira en extensión como estás,
en luz como percibes
y, en amor como recibes.
Mantente respirando breve,
confiando y atreviéndote.
No existen límites y tampoco los quieres.
Respira hasta volver a sentir
el arropo de tu cuerpo, en tu presencia.
Respira profundo, acercándote, restableciéndote.
Percibe tu mente, amorosamente,
tan funcional, tan operativa,
tan cooperadora, tan plena.
Respira profundo, agradeciéndote.
Atiende entonces, este aquí, donde estás,
este ahora logrado, convenido.
Respira.
Om Namaha Shivaya