Mantén tu respiro, pausado y profundo,
casi imperceptible.
Ocúpate del respiro, pero permítetelo libre.
Aprende a disfrutarte,
haciéndote consciente del recorrido del prana,
de todo aquello que roza, que toca
y, que en cierta forma,
mueve a partir de tu quietud.
Mantente en serenidad, en gozo y en esplendor.
Si no lo sientes, imagina cuánto irradias,
cómo se entrecruzan tus filamentos
que buscan conectarse,
con tu divina conciencia.
Quien, en definitiva, hace contacto.
Revitaliza el respiro.
Habita tu mente.
Produce tu aliento.
Tienes que saber, tienes que sentir,
lo importante que es producirte el contacto.
No le restes importancia.
Es la única manera de sentirte aquí,
pero permitiéndote más.
Imagina entonces, lo que el Universo es,
todo lo que está dispuesto,
la lejanía que existe y la cercanía también.
Imagina los astros,
dispuestos en medio de toda esa inmensidad.
Cada cuerpo celeste, cada planeta.
Esas, las estrellas.
Todo lo que orbita,
sostenido en la inmensa gravedad.
Y todo lo que existe, en donde no la hay.
Es inmensa la travesía.
Pero puedes hacerla,
al igual que, sentirte ahí,
con tu materia, tu peso específico,
tus fluidos, tu densidad.
Al mismo tiempo, que tu levedad,
la que logras cada vez
que buscas elevarte, proyectándote.
Consintiendo que tu mente, se expanda
y avizore lo que existe, aquí y allá,
sepa explorar y, advierta lo que se produce,
en el continuo movimiento de la estelaridad.
Respira poco, brevemente,
Casi lo mínimo.
Lo que apenas te permita permanecer.
De vez en cuando,
deberías darte algunas vueltas
por el Universo todo.
Hacerte de paseos íntimos,
que te permitan aventurarte,
hacia todo espacio posible.
Aunque sepas dónde queda y cuál es,
ese estado permanente que sostienes hoy.
Respira breve, lo mínimo.
Disponte a contemplar,
inmerso como estás en este vasto océano
del que formas parte.
Y te mantienes, -solo tu sabrás cómo-:
con cuánta facilidad o con cuánto esfuerzo;
con sentida intención o con vaga conciencia.
Contempla.
Te preguntarás:
¿Cómo contemplo el vacío?
Es él quien te contempla.
Y, aunque no lo sientas, imagina el vacío.
¿Cómo saber sentirlo?
Y es cuando cubres un espacio en tu interior,
tan profundo, tan desnudo, tan quedo,
tan silencioso y, a la vez, tan hermoso.
Y es cuando contemplas.
Existen días tan propicios como éste,
en los que te puedes vaciar, en tu vacío.
En los que, el vacío, puede contemplarte.
Y sabes que estás, lo sabes.
Siendo esto lo único que necesitas saber:
saber que estás.
Es infinito.
Dime si no es exacto.
Lo que sientes, es lo que eres.
Allí tendrías que revisar,
si se establece alguna inquietud,
algún temor, alguna desconfianza,
alguna impaciencia, incluso, algún fastidio.
Si, por el contrario, sientes plenitud, sosiego, entrega,
estás más cerca, de lo que en verdad eres.
Permítete siempre contemplarte así,
para ser contemplado
por Aquello y aquellos que son el vacío.
Respira profundo.
Respira en calma.
No pronuncies nada.
Disfruta tu vacío, tu desprogramación.
Ofrécete tu confianza, tu real certeza
y, por encima de todo, tu gratitud.
Agradécete.
Establécete nuevamente aquí,
En tu ahora, en tu tiempo,
en tu Ser, en tu cuerpo, en tu respiro.
Sostente en tu fuerza.
Tienes que estar presente.
Tienes que ser presente.
Tienes que tener presente.
Om Namaha Shivaya