Haz una breve visualización, recreación, de ti.
Básicamente, como si te observaras,
adoptando, asumiendo, esa postura,
que refleja quietud, serenidad, sosiego.
Visualiza tu rostro despejado y,
si sientes alguna tensión, libérala.
Desde esa misma observación,
aparentemente externa,
hazte consciente en tu interior.
Si te provoca, visualiza, asimismo, tu interior.
Verás qué fácil se te hace no encontrar nada,
al menos, visible.
Haz que cada respiro te produzca más serenidad,
quietud, estabilidad y, sobre todo,
ganas de estar así, en ti.
Logra mantener ese estado consciente,
en el que sabes estás.
Que cada respiración que produzcas,
produzca en sí misma, quietud.
Permanece así, en quietud.
Convirtiendo tu impaciencia, en nada.
Tu intranquilidad, en nada.
Incluso tu insoportabilidad, en nada.
Permanece respirando,
porque en realidad lo que necesitas producir,
no es inamovilidad, es quietud.
Quizá lo que ha querido inmovilizarte,
no había considerado tu quietud,
tu estado consciente de permanencia,
en el que, lo que eres y contienes,
se estabiliza y busca retribuirte.
La pregunta sería:
¿Qué, de lo que sabes contienes,
se siente capaz de retribuirte algo?
Porque si lo estás haciendo bien,
nada esperarías.
Y es, cuando te toca respirar.
Comprendiendo que eres tu quietud.
Imagínate lo que significa en un mundo así,
que lo que te brindes, sea tu quietud.
Respira serenamente.
Quizá te preguntes:
¿Qué es en realidad, mi quietud?
¿Qué es eso?
¿Quién soy, en lo que mi quietud es?
¿Qué es mi quietud en lo que soy?
Imagina igual,
¿qué vendría a ser tu quietud, en tu cuerpo?
Sistema que hasta que así lo quiera,
está en perenne funcionamiento.
Todo lo que se mueve en ti, dentro de ti.
Imagina tu mente, tan inquieta.
La movilidad de tus neuronas.
Ellas, que responden a todo estímulo.
Y que sientan, crean,
que pueden permanecer atentas a tu quietud.
Imagínalas.
Dirás: ¿Es acaso mi quietud un estímulo?
Lo es. El mejor. El más grato. El más sublime.
Y ellas lo saben.
Y no es que descansen.
Quizá, pueda, que trabajen más,
en ti, por ti, para ti.
Así como están, inmersas en tu quietud.
Y, entonces,
regulan, calman, moderan, tranquilizan,
todo lo que eres y contienes.
Pero hay más.
Ellas son más, en ti, y lo saben.
Al comprender lo que quieres y cómo te quieres,
ceden más, danzan, conjugándose con todo,
lo que de tu sustancia existe.
¡Y, adivina!
Danzan quietud.
Liberan. Liberan. Liberan.
Es en tu estado de quietud,
cuando realmente liberas.
Y no intentes ni busques martirio,
pensamientos recurrentes, obsesiones, culpas,
ni atentes contra esta voluntad que te lleva,
a permanecer en quietud.
Debes saber y reconocer,
que es abiertamente tu logro
Tu quietud es un logro,
que honra tu conciencia.
Y es lo que te brindas y, en cierta forma,
lo que tan amorosamente
expandes a este mundo.
Conéctate ahí, a nada.
Existe tanto por liberar.
Existen tantos por liberarse.
Respira profundo,
como crees y con lo que crees es, tu libertad,
expresándote, manifestándote, gratitud.
Aprecia tu quietud. Valórala.
Y, si no es mucha,
ni te aflijas ni te desencantes, ni desistas.
Siempre habrá más, siempre podrás más.
Siempre eres más.
Aquí donde estás, respira al mundo,
haz que el mundo te respire,
sostén tu sistema,
acepta donde habita,
confía más,
aspira tus certezas,
y, por sobre todo,
profundiza en tu amor, en tu conexión,
en tu Ser.
Om Namaha Shivaya