Mediante el respiro: exhala, libera, vacía.
Siempre es tiempo para que muera lo impropio.
Es mucho, mucho, pero mucho todo lo respirado. ¿Suficiente? Pareciera que no. Aún nos mantenemos sobreviviendo en medio de barbijos, tapa-boca-nariz y máscaras habituales, a merced de los aires circundantes, tan (des)controlados como (des)proporcionados. Vitales todos. ¿Sanos o enrarecidos?¿Qué más da?
Los filtros, en este mundo, persisten y se hacen costumbres que, de a poco, incorporamos con resignación, producto de la fatigable contienda librada con el inconsciente colectivo. Coloso avasallador fruto de alquimia (im)pura de adn, en desmedidas (pro)porciones de ignorancia, ira, retaliación y desparpajo. A la par y en equilibrio, quien renace tras el fragor de ese ardor interno traducido en clamor: la consecución del Plan Único.
Ingenuamente, todos estos años, hemos esbozado un “plan de vuelo”, bitácora que no recurre a simulador o a piloto automático alguno, para enrumbar la encomiable tarea de transitarse. Y el plan es el plan, solo hay un plan único. Todos los demás: evasión, placebo en dosis prescrita, terapia ocupacional. Incluso este mismo intento. Este vuelo solo tiene un plan y este plan solo se despliega en íntimo horizonte. No existe espacio externo para tal vuelo. Así que abróchese su cinturón…
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