No cedas, no entregues, no te restes

Meditación con Mataji Shaktiananda

10·02·2021

Busca aquietarte respirando conscientemente.
Haz que cada respiro, te produzca quietud.
Recorre toda tu estructura física,
por si existe alguna tensión, alguna incomodidad.
A veces, hasta algún reclamo de ese cuerpo,
por algo que lo aqueja.

Trata de respirar completa y conscientemente.
Que se asiente en sí mismo, que produzca sosiego,
tranquilidad, bienestar,
justo y sano acoplamiento.

Que cada respiro lo retenga en su forma
y que reciba de tus palpitares esa fuerza vital.
Siente como logras
esa concentración hacia la quietud,
entre respiro y palpitar,
permitiendo y haciendo
que se cree tu propio sonido,
tu propia melodía, tu sonoridad.

Y, asimismo, tu vibración,
esa inmensidad que eres,
esa constante que respira y palpita.

Reconoce como así, desde ahí,
tu mente sabe acompañarte,
sabe que estás en un íntimo acto amoroso,
contigo, hacia ti, para ti.
Y no muestra resistencia,
al contrario, se acopla,
entre cada respiro y palpitación.

Y cada respiro imperceptible, acompasado.
Y cada palpitación, cada latido,
bajo tu registro consciente,
ocupándote, apenas sintiéndote, si acaso, estando.

Te preguntarás
¿qué tanto debo estar en momentos así’?
¿Qué tanto de mí, debería estar?
¿Qué elijo, qué escojo, para que esté aquí?

Y el respiro se encarga.
El respiro es tu estar.
Que no se crea la mente
que necesitarías pensamiento alguno,
pronunciación alguna para el efecto de estar.
Es tan relativo esto de estar.

Mantén respiro, latido.
Logrando ese estar, casi un vacío, con poco de ti.
Y es cuando tu mente pareciera que se achica,
que se encoje.
Es como si cediera en momento así,
sabiendo que todo esto le hace tanto bien, ¡tanto!
Sabe que es por su bienestar.

No es poco lo que trabaja, lo que organiza,
lo que se tensa, teniendo que estar.
Son tantas cosas,
tantas situaciones, tantas desvariaciones.
Respira.

Porque le es tan difícil no obcecarse,
trabarse, complejizar.
Y entonces busca desentonar.

Y te mantienes ahí,
te sostienes ahí, en un alcance.
Y, si quieres, en una plenitud tan valiosa, tan sutil.
Y a veces, todo esto así, genera temor.
Es como si buscaras alguna angustia escondida,
alguna mínima preocupación,
inventarte un descontento,
atacarte como acostumbras.
Y hasta rendirte en un supuesto cansancio.
Pero, ¿cómo?
Si el respiro no cesa, si el latido se prolonga,
haciendo ese acople.

¿Cómo vas? ¿Qué se mueve?
¿Qué se detiene?
¿Brota alguna impaciencia?
O, por el contrario, se produce un éxtasis,
una comunión, una íntima resolución.

Si sé estar bien, ¿cómo es que creo no ser?
¿Qué lo determina? ¿Qué me falta? ¿Qué oculto?
¿Qué persiste? ¿Qué me carga? ¿Qué me arrebata?
Mantente en respiro

¡Cuánto logro! ¡Cuánta valentía! ¡Cuánta fuerza!
¡Cuánto empeño! ¡Cuánta Gracia!
¡Cuánta bendición!
¡Cuánto amor! ¡Cuánta vida!

No cedas, no entregues, no te restes.
Aparta a quien te invada.
Disminuye a quien te ofenda o crea hacerlo.
Resiste en tu fuerza, resiste con tu amor.
Pero así, en tu amorosa quietud,
en tu amoroso silencio, en tu amorosa fuerza.

Respira profundamente,
consintiendo nuevamente ese estar aquí y ahora,
en el que te pronuncias
a través de tu respiro y tu latido.
Y en todo aquello que, desde tu mente,
cada vez más sana, expresa de ti.
Respira profundo,
respira ahora y agradécete profundamente.

Om Namaha Shivaya