Respira y libera lo que guardas

Meditación con Mataji Shaktiananda

20·01·2021

Mantén una meditación consciente, es decir,
sabiendo bien cómo respiras, qué respiras y para qué.
Asimismo, dónde estás respirando.
Y la respuesta sería, en ti, para ti, por ti, así como eres.

Respira entonces.
Y cada vez que te preguntes por alguna necesidad,
simplifica y di: solo necesito respirar.

Mantente ahí, con tus respiraciones, atendiendo tu Ser,
que, si algo reclama, solicita o demanda, di simplemente:
estoy respirando, te estoy respirando.
Y de verdad hazlo.
Lo único que tendrías que sentir,
es que respiras, nada más.

Que todo pensamiento se limite a respirar.
Algún pronunciamiento, que se limite a respirar.
Toda sensación, todo sentimiento, que respiren.

Guardas tanto en cada respiro.
Y que sea el mismo respiro,
lo que te permita liberar lo que guardas.
Sobre todo, esa intención de guardarte algo,
¿para qué, para quién?
Si la idea es liberación, vacío.
Respira.

Porque cada respiro es como si estableciera un recorrido.
Y solamente tú sabrías, qué sendero, qué camino,
qué vía debe transitar cada respiro,
para que cualquier cosa que hayas decidido guardarte,
siga su rumbo.
Más, si se trata de pesar, dolor,
angustia, queja, abandono, miserias,
cuentas mal sacadas, desdicha, incomodidad, rabia.

Haz que cada respiro movilice,
lo que has decidido guardarte.
Y no porque lo creas valioso o importante.
A veces, es un no saber definir todo lo que se te produce,
en medio de esta vida, tan valiosa.
Valiosa la vida, entonces cómo no respirarla.

Mantente ahí, con respiros sencillos,
breves, imperceptibles.
Un solo fluido, con todo el alcance de tu conciencia
dispuesta a lograr cada vez, mayor acercamiento, a ti.
Hay respiros que han producido distancia
y te lo has creído. Es como si te dijeras:
por ahí no, me enferma, me duele, me cuesta.

Respira y no identifiques nada.
Que nada de eso produzca ni el más mínimo pensamiento
-instrumento de esa mente que no todo valora-
y depende de ti ese trabajo.
Mira qué bien lo logras, respirando.

Nada ni nadie se atraviesa
en ese circuito que estableces,
cuando respiras bien, para ti.
Cuando te sientes libre, profundamente amada, amado.
Cuando te detienes para atenderte
en tus sagrados respiros, habitándolo todo,
simplemente sintiendo -apenas- tu espacio,
el tiempo de tu Ser y Aquello que no es nada.
Y todo eso, solamente respirando.
¿Qué más? ¿Qué más?

Suspéndete ahí, aquiétate al máximo.
Vuelve a respirar profundamente,
con alegría por el recorrido,
con certeza por lo sentido,
con humildad ante tu nada
y con una íntima realidad,
lo que tu amor sea.

Respira profundo, muy profundo y extrema tu gratitud.
Respira profundo.

Om Namaha Shivaya