Sigue respirando profunda y serenamente, aliviando cualquier tensión. Relaja, suaviza tu rostro y observa y atiende internamente todo tu cuerpo, ajustando su disposición, esa que te permite habitarlo. Reconócete, en un principio en él, en tu cuerpo y agradécele lo que te permite.
Y, con la respiración, atiéndelo, hasta que logres que se aquiete, que te sostenga y que permanezca ahí.
Respira.
En divina alianza, coloca, lleva todo tu respiro a esa instancia en la que también habitas, tu mente amada. Tu mente amada. Haz que cada respiro profundice en ella. Que cada respiro, se proyecte en ella.
Que tome todo cuanto necesite para que te establezcas en quietud.
Permanece ahí, en lo que tu quietud es. Ve explorándola, desde lo que tu cuerpo es.
Tu amada mente. Y esa otra instancia que, aunque creas desconocerla, está, es.
Que seas tu respiro acallado.
Que por momentos pueda que sea tu pensamiento, acallado.
Que el reclamo de tu mismo cuerpo, desde algún impulso, sea acallado.
Y, sin que la palabra sea: dominio, permanece ahí, en esa instancia que te digo,
en la que parecieras estar, no estando. Porque, ¿qué estaría? ¿Qué parte de ti?
Siéntete en esa dispensación interna, desde tu mínimo aliento, desde tu sutil respiro,
desde ese espacio en el que no habitas, más que desde tu no-presencia y tu silencio.
Fórmula consciente, de lo que la nada es.
Respírala ahí, sin perturbarte, sin cuestionarte, sin apariencia alguna y mucho menos, temiéndote.
Deja que tu sustancia te arrebate y que sea tu aliento la única presencia. Que tanta ausencia, no te asuste.
Porque, te preguntarás:
¿quién me habita en mi ausencia? ¿Quién soy ahí?
¿Acaso es lo que desconozco de mí?¿Acaso no debería mantenerme presente, posicionarme ahí, permanecer?
¿Dónde? ¿Quién? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Cómo?
Respira.
Porque, de lo que se trata es que sepas y puedas, valorar lo que tu presencia es.
Ni siquiera para que la sepas tuya
¿De quién es?
¿Quién necesita tu presencia?
¿Quién te ha hecho presente?
¿Quién te permite presencia?
¿Qué o quién es tu presencia?
¿La valoras?
¿La aceptas?
¿La entiendes?
Porque existe hoy, quien cree necesitarla, más que tú. Te hace creer algunas cosas impropias de tu propia presencia y lo crees. Te crees presente, en alguna imagen, en alguna seña, por demás inconstante. Sin advertir lo que tu propia constante es. Esa profunda e infinita presencia, que siempre fue, es y será. ¿Estás presente en ti? ¿O qué tan ausente estás?
¿Te has concebido en toda tu presencia?
Asimismo, ¿has sabido coincidir en otras y con otras presencias?
Y, si es así, bien podrías decir:
Soy, Estoy, en tu Divina Presencia.
Soy, tu Divina Presencia.
En esta quietud que eres, en este aliento que soy, en este silencio que produzco y en esta presencia infinita, en la que nada hay.
Respiro y me siento. Siento mi respiro.
Respiro profundo y me restablezco aquí, en donde estoy, en lo que soy, en lo que respiro.
Me reconozco en mi cuerpo, me complazco, me agradezco y me comprometo a entender mi presencia y, que mi presencia, sea lo que es,
soy Eso.
Om Namaha Shivaya!