Editorial|Newsletter Nº26
MARZO 2019
El Padre Cósmico que nos parió
Sin desestimar jamás la figura materna, la que nos trae a este mundo, desde que nos recibe como fluido, nos sujeta en vientre por meses hasta el momento de salir por ese conducto estrecho e inmenso a la vez, me atrevo a considerar también a Aquello que nos pare, una y otra vez per secula seculorum, sin dolor ni lasitud. La fuerza constante de vida y muerte que hemos concebido como el Padre, el Creador.
Esa fuerza admitida que no tardamos en crearla y creerla –asimismo- como un Dios, a nuestra imagen y semejanza. ¿Quién más como nosotros?, emulando las bíblicas palabras: “¿Quién como yo?” (Isaías 44:7), a partir de esto nos retraemos en nuestra existencia, nos reducimos ante ese registro consciente. Único. Para en plena facultad cerebral erigir, en mente -antes que nada- la noción de la existencia del Todopoderoso haciéndolo así responsable de todo y, más aún, poderoso. ¿Quién sino nosotros buscamos en lo humano lo extraordinario o mejor, lo divino?
Tras la necesidad no se hizo ni tan ajeno ni difícil de aceptar lo del “gran parto cósmico”, teoría que saltó como explicación de la explosión de las chispas –fotones mediante- que se dispararon por el universo para dar fe de la creación, esto que somos. Expedidos por Aquello, autofecundado, primerizo, inexperto y lo incuestionable: bondadoso y protector. ¿A los efectos nos parió un Padre o una Madre?
¿Existe ese Padre como cuestionante todavía? Imposible. Existe sin ausencia y con potestad conocida, referida en una cartilla de leyes, que más vale cumplir so pena de permanencia infinita por éstos planos nada sutiles de lo manifiesto. Así, entre lo más
preciso que sentimos es su existencia: el vacío y el silencio queda manifiesta su presencia. Nosotros mismos somos. Por su parte, Aquello nos ha ido llevando como criaturas, sin abandono posible -idea pretérita- reconociendo y asumiendo ya el libre albedrío por lo impúdica de las acciones que cada vez hemos ido creando sobre la sobrevivencia y la recreación.
“Padre Nuestro que estas en los cielos” nos llevó alguna doctrina a decir, sobre distancia imposible. Hoy, los cielos existentes y alcanzables están bajo la piel. No hay Dios-Padre que castigue, ni denigre, ni vengativo, hay una fuerza que impulsa las ganas de vivir y más, de ser. De ser Aquello, una nada, un vacío, un silencio. El costo: la vida este barahúnda infernal de experiencias que suceden nuestros pasos. El Padre en su Todo.
Mataji Shaktiananda
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