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Mente que pulsa e impulsa

MEDITACIÓN CON SRI MATAJI SHAKTIANANDA

6 MARZO 2019

Haz que cada respiración sea consciente, que cada respiración te pronuncie a ti, tu estado del ser, tu disposición, tu presencia. Hazte presente en cada respiración, permítete ese logro.

Sin recurrencias pasadas, molestias cercanas, inquietudes nuevas, antiguas, preocupaciones o angustias. Valora este momento, en el que te sientes y te sientas ahí, dispuesto hacia ti.

Haz que cada respiración refleje eso, tu disposición. Así sabrías cómo estás dispuesto hacia ti.

Y el estar ya aquí, debería decirte algo. Así que respira. Haz presente tu serenidad, tu esfuerzo, tu constancia, tu sentimiento hacia ti, logrando una respiración imperceptible, tan sosegada. Que sólo alimente esa línea vital, ese espacio vital que ocupas, este momento presente y mantente ahí.

Observa brevemente tu mente, cómo se comporta en este momento. Explora qué tanto quiere estar y cómo. Obsérvala. Y no es cuestión que se acostumbre, no sería la palabra, sería más una cuestión de que a través de lo que observas, sepa hacerse presente, tal y cómo es.

La mente es clara, la mente es abierta, la mente es pura…ella lo sabe. Como también sabe, por qué ya no lo es, cuándo se oscureció, cuándo se confundió, cuándo temió.

Así que si respiras como ella se permite, te permitirá estar en ti. Y alcanzar todo lo que contiene y lo que no también.

Respira imperceptiblemente, brevemente.

La mente sabe su naturaleza, conoce su universo y reconoce su mundo. Este punto focal de tiempo y espacio, escogido.   

Sabe lo que tiene instalado, todo programa, toda razón. Y sabe de éste ejercicio, producido en su función.

Porque te pregunto ¿quién medita, quién opera, durante la meditación? Y aunque es abastecida, a través de circuitos internos y externos, es ella la que produce el evento. Sabiendo a su vez, que no es propio ni le pertenece.

Respira.

Y por eso es que parte del alimento, viene de lo que podríamos llamar, creer, es tu corazón.

Ese espacio interno, que ha adquirido toda tu información y gestiona, opera también.

Esa comunión entre mente y corazón, genera a su vez, la funcionalidad de tus otros cuerpos. Sujetos ahora aquí, en éste ejercicio, tu meditación. Se citan en ti, a través de tus conductos mentales. Y lo que emana, irradia, tu corazón. Tu corazón como conducto, no como órgano.

Y no es cuestión de que sientas algo, ni que veas nada. Más bien, es una proyección, recurso con el que tu mente cuenta, al utilizar todos tus cuerpos para la emisión de lo que entenderías es, la luz misma.

Respira.

Entonces, estarías respirando luz, tu misma luz, la que produces, la que creas, la que crees. ¿Y para qué crees, necesitarías de todo esto? En principio para estar, habiendo elegido estar.

Al haber contemplado la posibilidad de ser. Así como para actuar. Sabiendo dónde estás, en todos estos campos de acción, en donde cada cosa que obres, que hagas, eres tú. Así, si conoces y reconoces todo cuanto contienes, sabrías qué quieres ser, que quieres hacer, cómo necesitarías ser. Y todo eso se elabora ahí, en la mente.

Quien te pulsa y te impulsa a cada instante, a pensar, a decir, a hacer. La que dictamina. Y cuando meditas, ella sabe cuánto valoras lo que es y contiene. Y lo que más le importa, cuánto reconoces de tu amor.

¡Cuánto amor, cuánto amor! ¿Crees en eso? ¿Creas eso?

Y se va creando la suspensión, el desvincularte de los sentidos, que, si no están alineados, la martirizan, la desconocen, ella sabe.

Y es a través de este recurso, que se eleva, que se libera, que busca su origen. Esa luz, esa sustancia, y sabe que su tarea es retornarte ahí. Donde ni el respiro existe, donde nada es, ni siquiera ella. Cuestión de principios. Ahí se entrega, te entrega.

Quédate ahí, por breve el instante, el alcance, la entrega. Y así, experimentando lo propio, respira agradeciéndote, tan infinitamente como puedas, acercándote ahora a este estado del Ser, tan humano, tan respirable, tan sentido.

Respira profundo, aceptando, aquí y ahora, confiando en ti, tras todo lo elegido.

Y prométete guardar para lo que eres, todo lo que sabes. Prométete que a través de lo que hagas, cada cosa, a cada quien, a ti, por ti, guardará el Principio, aquel que sabes, el Principio de Amor.

Respira.

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