Acepta tu presencia
MEDITACIÓN CON SRI MATAJI SHAKTIANANDA
22 Noviembre de 2018
Simplemente respira. Produce conscientemente cada respiración. No la sientas mecánica, automática, más bien sintiendo cómo respiras. Siente tu respiración, desactivando así, todos los demás sentidos.
Mírate profundamente, escucha tu silencio y mantente así, inmóvil. Explora tu serenidad y haz que tu respiración la vaya estableciendo. Tu respiración debería serenarte, modular tus tensiones, regular tus pensamientos. Así medirías tu tranquilidad. Ni siquiera pienses en qué podría intranquilizarte.
Tan sólo respira.
Habría tantas cosas, entre propias y ajenas, pero no es el momento. Por lo que sería mejor que te situaras, ahí donde estás, te visualizaras, reconociendo tu figura, aquello que tanto ves de ti, proponiéndote ver esta vez, lo que no es visible.
Respira.
¿Consideras acaso lo que no es visible de ti? ¿Lo tomas en cuenta? ¿Lo presencias? ¿Está hoy presente?
Respira.
Y valora lo que significa estar así, sentirte así, sin ningún planteamiento, sin buscar nada, sólo mantenerte así -lo que a todas luces ya es un logro-, darte a tu encuentro, aceptando.
¿Te inquieta acaso permanecer así, aparentemente produciendo nada? Quizá esperando cualquier respuesta, alguna visión, un contacto extremo.
Respira.
Y, si en cierta forma desconectas circuitos, ¿cuál crees estarías activando?
¿Crees que existe algo ahí -invisible por lo demás, intangible-, que puede darte mostrarte, ayudarte en algo?
¿Qué podría ser? ¿Qué existe? ¿Dónde está? ¿Cómo es? ¿De qué manera se registra? ¿Qué sentir produce?
Y sería mucho, ante lo que Nada es. Así que respira y produce nada.
Dirás ¿es que acaso se produce la Nada? Y en cierta forma, sí. Tendrías que comenzar por un despeje, un firme aliento, una verdad incuestionable, un sentir único, una presencia, tu presencia, tu infinita presencia, tu amadísima presencia.
Esa que te habita y que tanto esfuerzo hace para que ni siquiera la sientas, sabiéndose Nada. Y que tácitamente está ahí, pese a tu empeño de ignorarla, de restarla con tanta tensión. Y que básicamente le adjudicas todo. Todo malestar, toda duda.
Respira permaneciendo ahí, en tu santa presencia. ¿Y por qué sería santa, sacra, impoluta, bendita? ¿Por qué lo sería? Porque no es más que Aquello, la Nada misma, exenta de todo, siendo sólo una existencia, esta presencia.
Ni siquiera tendrías que sentirla, simplemente es; sin cualidad, sin tensión. Si te atrevieras, sabrías que se trata de tu divinidad. Dirás igual, ¿divina por qué? Porque no tiene razón ninguna, porque se escapa de ti, de todo intento de negación, de ocultamiento, de farsa, es decir, de todo esto que hemos construido, que tan inconscientemente alimentamos.
Respira en tu presencia.
Y respira poco y breve, sin alterarla, sabiendo cuán santa y divina es tu presencia.
Tu presencia.
¿Cuánta cabida tiene?¿Cuán presente está?¿Cuánto la conoces? ¿Realmente la aceptas? O por el contrario ¿te incomoda tu presencia? ¿Te irrita? ¿La desconoces? ¿Te perturba, te cuesta asumirla, aceptarla? ¿La entiendes? ¿Has indagado?
Porque es tu presencia y por ella, deberías demoler todo lo que no es.
Respira brevemente y evalúa la cualidad de tu respiro, la sensación de tu quietud, el espacio-tiempo que te acoge, la ausencia de razones, y, si es el caso, el aumento, la sutil grandeza, la inalterable majestad, de tu bendito Ser.
Preguntarás igual, ¿bendito por qué? Porque te amas. Porque te amas. Si es que eso, está en tu verdad.
Respira profundamente. Que todo te llene y todo te vacíe. Que puedas sentirte y presentirte aquí, ahora mismo. Que asumas con esfuerzo y valentía lo que vives, siendo quien eres, estando donde estás y con quienes estás. Pero siempre teniendo presente, tu presencia.
Respira, profunda y serenamente.
Respira.
0 comentarios