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BURBUJAS ETERNAS!

SEPTIEMBRE 2018

Cuando las burbujas ya no son de jabón, aunque siempre lo parezcan, por su transparencia, su cromatismo tornasolado y su liviandad. Experimentar que, desde el aliento, desde un soplido se produce esa exquisita pompa, para luego estallar a su antojo, tras el choque inevitable con la atmósfera que rompe su forma sutil, no sin antes dejar un íntimo y fugaz gozo, es una de las maravillas de esta existencia.

Eso, lo efímero, lo que no parece perentorio resulta muchas veces tan satisfactorio. Entender así el alma, aquello que se forja -forma tras forma- para no desaparecer jamás, pareciera ser la antítesis de esta evocación, pero no lo es, está más cercano a la omnisciencia.

Estar dentro del espacio geodésico, erigido en Faenza, resulta estar presente ante la materialización de un fenómeno así. Da la sensación que algo o alguien sopló y se materializó una burbuja perfecta, de un verde perfecto, gracias a los materiales impermeables perfectos y a la construcción posible perfecta por el hombre perfecto que emula formulaciones matemáticas perfectas que se solidifican perfectas, quizá con cierto platonicismo, más que perfecto.

 

 

De un domo existencial se trata, réplica casi perfecta de lo que nuestro logro del ser nos llevó a edificar en las inmediaciones de Cuenca, en Ecuador, para contemplar desde ahí meditaciones, ceremonias, rituales y conexiones que nos llevarán hasta esa emulación de una burbuja igualmente existencial, enlazada a la referencia en la que he venido insistiendo: una fábrica que gravita en la más antigua ilusión humana: transformarse. Encapsularse en un único fotón que logre proyectar todo aquello que alguna vez deslumbró como el vestigio más puro e inmortal de toda existencia. Y lo alegórico -rozando el plano más metafísico- surgió como una cuantificación de lo esencial: la luz.

Queda y resuena la pregunta ¿es válido recrearse en una burbuja? Y siento que cada vez lo es más, sin desconocer razón ni sentido de todo lo que circunda, sin desestimar sin extremar las sensaciones ni decolorar lo que exista fuera de ella, sin desmedir el riesgo de la osadía y sin temer a la disgregación que –igualmente- se acrecienta cada vez más y más.

Mataji Shaktiananda

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