Ya el nombre lo explica todo, igual uno se invita a meditar en la experiencia. Esos monasterios con elevadas pretensiones impactan. Encumbrar así la mística experiencia del ser es muy conmovedor. Es ver el esfuerzo máximo y sin límites. No podría ser el mismo cielo límite de nada, cuando el hombre emprende el encuentro propio, el interno, el íntimo, el -aparentemente- desconocido, el irrenunciable.

Entonces lo griegos con sus mitos y sus dioses buscaron cercanía y encuentro. Imperó el impulso religioso por encima de todo, lo ortodoxo. La lejanía con lo mundano tomó espacio. Los escritos aseveran que han sido rocas enviadas desde el cielo para la Tierra para quienes quisieran retirarse y orar. Se sabe también, en un plano, menos místico que un río, el Tesalia -hace miles de años- cedió sus cursos y quedó esta monumental geografía que hoy coronan los «monasterios suspendidos en el cielo», eso es Meteora.

(Los Monasterios de Meteora (en griego, Μετέωρα Μοναστήρια Metéora Monastíria; es decir; en español, Monasterios suspendidos del cielo, están al norte de Grecia, en la llanura de Tesalia, en las proximidades de Kalambaka, en el valle del río Pinios.