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Saber decir adiós

4 septiembre 2017

Antes, mientras y después de todo lo legado por Cerati, hubo una frase que la gente hizo suya a total y entera libertad: “Poder decir adiós es crecer” así como se tomó: “No me voy, me quedo aquí”, para sostener viva la esperanza de retenerlo vivo.  Pero me ocupa la primera.

Hace tres años que Gustavo Cerati se fue y ambas frases quedaron para el culto, están en su producción  más premonitoria “Ahí vamos”, sin entrar en misticismos ni esoterismos del más allá todo quedó bien acá . Todo coincide ahí, sólo los títulos dicen: Al fin sucede, La excepción,  Uno entre 1000, Caravana, Me quedo aquí, Lago en el cielo, Dios nos libre, Otra piel, Médium, Bomba de tiempo, Crimen, Jugo de luna y la misma Adiós. No sobra ni falta nada.

Aquella frase, la primera, rezaba completa: “Separarse de la especie por algo superior no es soberbia es amor… Poder decir adiós es crecer” quedó inevitablemente fijada como un epitafio tras su partida. Después de esos cuatro años agónicos, difusos, tortuosos, largos, silenciosos e íntimos, desde que entró en los recintos de unidades médicas, en las que sólo se gesta “cuidos intensivos”. Fueron tantos y por tanto tiempo, que nunca más salió. Se le cuidó más de sí mismo, ya que no se valía por cuenta propia y daba cuenta de eso –incluso- el respiro asistido hasta el momento que expiró.

En stand by

¿Creció? Y de lo que se pudo comprender, sí, el “bello durmiente” yacía ahí, en sí mismo, con sus relativos cercanos, sus amigos posibles que hacían cosas imposibles por acercarse y su esencia ahí, en stand by. Un estado que eligen muchos para continuar, sea como sea.

Se sabe que se mantiene más que atisbos de conciencia en estado de coma, que dentro de esa aparente inalterabilidad, aunque la conciencia no se expresa explícitamente ante la inoperancia neural del cerebro, ni responde a estímulos, dado que se aparta el sistema sensorial, motriz, y los filamentos para la comunicación externa se obstruyen, seguimos manejando nuestros otros circuitos de existencia en vida. Las conexiones internas persisten, son inherentes a lo que nuestra configuración más orgánica es, y es desde ahí que existe otro tipo de avance. Es una fuerte elección colocarse en ese umbral para seguir.

Se crece el Ser

¿Crecimiento? Y repito sí, siempre es posible. Más celularmente. Información que se suma a nuestro sistema, la memoria. Resistimos, permanecemos igual aunque sin prescindir completamente de lo físico, aún es necesario. En apariencia ni se está ni se es y de eso se tiene conciencia. También termina siendo una elección sufrir o no por eso. ¿Se está, cómo? ¿Se es, cómo?  Hasta ahí llega nuestra propuesta kármica, hasta esta extensión de vida, sin parecerlo. Hay valentía en sobrevivir en esa condición, establecer el tiempo preciso que nos permitimos permanecer así.

¿Nos dijo adiós? De todas las maneras posibles. Me repito: ¿creció? Y es seguro que sí, así como todos los que se mantuvieron en los mismos episodios de vida hasta lo que sería su salida, de coma, del plano, del planeta, de la galaxia, se produjo ese transcenderse a sí mismo. Abandonando definitivamente el cuerpo y liberarse de este encierro carnal. Nadie suponía qué tanto había crecido, recostado sobre sí mismo, sin gestos visibles de querer incorporarse a la vida, activarse en sus sentidos, tal y como conocemos a las personas funcionales. Activó su disfuncionalidad. A dormir pues, hasta que el sueño venza y se dé el sueño eterno y no se despierte más aquí. Eso logró.

Saber decir adiós, porque poder, todos

Para los que con rancio donaire y oportunista cualidad citan: “poder decir adiós es crecer”, aludiendo a un novio, una amistad, un compromiso cualquiera o una entrega mal entendida, midan primero la magnitud del genio creador de quien se atrevió a escudriñar sus entrañas porque la misma canción aclara: “Tal vez colmaban la necesidad/ pero hay vacíos que no pueden llenar/ no conocían la profundidad/ hasta que un día no dio para más”.

Eso. Digo,  porque hay mucho advenedizo que no conoce ni sus vacíos y la usa con soberbia intentado herir(se) a otros. Vano intento. Las verdades no se prestan, a lo sumo se citan y vale el intento, ahí sí, de alcanzarlas. “Adiós” palabra difícil, impronunciable e inalcanzable para muchos.

Cerati supo vivir, supo despedirse, supo crecer y ser su verdad. ¡Grande siempre!

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