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La Niña Hindú

03 de julio de 2017

 

Nunca la fotografié más que con mis ojos sin artilugio de por medio. Es decir, estas fotos no son mías, la primera es de Simón de Franca y la segunda de Jéi Moreno , la primera data del 2010 y la segunda del 2017. De alguna manera ellos fueron también mis ojos, entonces y ahora, así como los de la niña. Negros, intensos, profundos, inescrutables pero a la vez prístinos. Creo que ahí incrusté lo que sería esa primera visita a ese espacio anhelado. Todo este tiempo ella vivió en mi, no sólo como recuerdo si no como presencia.

En medio de la emoción de la subida hacia la cueva de Babaji en Raniket, los niños nos asaltaron brindándonos su compañía. Sabían que había unas llaves por reclamar en alguna parte si queríamos entrar. Sí, una cueva con llave. Cosas… entre esas cosas inimaginables ella. Dulce, reilona, ascendía con entusiasmo y nos ayudaba, nos tendía su mano pequeña acompañada de esa sonrisa que traducía: conozco el camino. Y ella sabía más: sabía que nosotros también. Ella, en su aquí y en su ahora. En su antes y después.Ahí en esos predios sin tiempo ni espacio. Ella después de siete años. Ella y Babaji. Ella.

 

Mataji Shaktiananda

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