Sigue sin haber nada más que decir ante todo lo que fue, es y seguirá siendo Roberto para mí. Creo que porque en vida dije, le dije, todo lo que pensaba, sentía y creía de él. Todo. En tanta presencia. Lo que pudiera advenir de ahora en adelante, ante lo que es y existe ya está contenido, así como disuelto a la vez. Nada, igual.

Solía impresionar en pequeñas reuniones caseras con esta máxima que contiene la imagen. Y nos quedábamos -eventualmente- impactados ante la majestuosa impecabilidad de la declamación conocida, archirepetida, archirecontrasentida. Vitoriamos. Aplaudíamos. Reíamos. Nunca hastió el juego de palabras, por lo “etérico” pues. Siempre sonaba distinto. Muy distinto suena hoy.

Juntamos lo que fue y lo unificamos a los cuatro elementos. Hasta éste, el éter…debatida sustancia que sólo existe si creemos en ella, en lo sutil y si nos atrevemos a rebatir a quienes no lo consideran aún el quinto elemento. Creo que Roberto finalmente “está en su elemento”, en “su esencia”, en su “quintaesencia”.

Ha terminado pero seguiremos siempre. Así de simple es el amor. Allá quienes no lo sepan. Algún día lo sabrán. El amor siempre sabe seguir(nos).

Nota 1:

Esta nota se autoretroalimentará… como el juego…juego. Perdonen mi duelo, de cierta forma, lo disfruto. Debo.

Nota 2:

Según Wikipedia:

Éter: palabra que proviene del latín æthēr y ésta del griego αἰθήρ (aithēr), ‘cielo’, ‘firmamento’, ‘el aire más puro de las montañas’ , que deriva de la raíz indoeuropea *aydh- ‘arder, fuego’.