Y no pasa nada si desde alguna parte de ti,
haces consciente tu enfermedad,
y buscas sanarte.
Eso sería, así debería ser.
Cuando todo empieza a pasar,
es cuando crees que algo o alguien te enferma.
Y adjudicas a otro, a cualquiera, tu malestar.
Me preguntarás, ¿en cierta forma,
cuántos de nosotros pueden estar en ese padecimiento?
Te sorprenderías, no me creerías.
Pero obtendrías prontamente tu respuesta,
si empiezas a descifrarte.
Pero hay quien no se atreve, no le parece, no quiere.

Y también pasa que cuando alguien más detecta
alguna de esas enfermedades, malestares,
y se atreve a ofrecerte alguna recomendación,
arremetes básicamente, desde tu dolor
-la mayor de las enfermedades- que tiene igual origen.
Me dirás,
¿y cómo hemos hecho para enquistar tanto temor?
Y es porque precisamente no hemos hecho nada,
porque si hiciéramos, no fuera, no estuviera.
Y para mayor pretensión,
el asunto es que guardas la falsa esperanza de creer
que algo o alguien podría sanarte.
Es tan cruda esa verdad, pero tan real.