A veces me toca explicar, aclarar, sobre lo que pareciera estar oscurecido.
Y muchas veces es lo que creemos, y nos toma así, desde lo que nuestra razón exige, porque exige,
a razón de alguna que otra circunstancia que hemos creado.

¿Quién crees que puede restaurar, restablecer algo?
Quien instauró o estableció.
Y escucha bien, porque de las palabras hemos creído aprender, cuando las aprendemos y las sabemos usar.
Pero palabras son, porque lo que vale de verdad es la acción y lo sabes.
Ni siquiera lo que se ve, sino lo que es, lo que se hace.
Y no pretendo convencerte de nada, cada quien cree contar con su convicción, y eso vale, porque si no,
y hasta donde sé y se me ha dicho, lo que hemos hecho hasta hoy y lo que desde hoy haremos,
ya lo habíamos hecho, porque en el principio fuimos instauradores, y hoy podríamos ser lo mismo.

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Pero pasa algo, y en principio también es el tiempo por el que pasamos.
Todo es un juego. Y entonces, también hemos jugado a restaurar lo que alguna vez instauramos desde nuestra Fe,
más que nuestra creencia, que ya no es. ¿Por qué no es?
Porque así lo decidimos, al ver, al sentir, al saber que las creencias nos han debilitado,
nos han desviado, nos han aniquilado. ¡No sirven!

Todo lo demás va ahí, como la parte del Todo que Es.
¿Ves por qué debo decirte esto?
Porque sólo se restaura, y te lo repito, lo que se instaura.
Y nunca he estado tan segura de lo que hablo.
Por eso alabo así, otra palabra que parece mística.
Alabo al Ser que Es, que sé que Eres.