Sabes que la idea es seguir siempre, casi sin detenernos.
Es un andar, es un paso a paso. Es como si siempre hubiese sido así.
Pero dentro de todas estas confusiones, el hombre ha creído que el significado mayor,
lo más trascendente, es dejar huella.
Permíteme decirte que no. Y te lo digo con Amor y respeto.
¿Huella para qué? ¿Para quién?
Y en la mayoría de los casos, ha sido para sí mismo.
¿O es que no crees que hemos vuelto a pisar, una y otra vez, por las mismas sendas?

Pregúntate hoy si realmente quieres dejar huella, en dónde y a quién.
O más bien, ¿no te bastaría transitar siendo casi imperceptible,
moviéndote y manejándote con docilidad, controlando tu fuerza,
no hiriendo a nadie ni a nada?

Y tú sabrás si, tras ese paso firme,
solo te quedas ahí vislumbrando huellas, volviéndolas a pisar,
marcando alguna que otra nueva, básicamente aferrándote, apegándote.
¡Tendríamos que ayudarnos tanto!
Porque lo que queda es eso: pedir y dar ayuda.
Y tampoco resulta simple ni fácil.
Te digo hoy: si crees que desde mi he establecido alguna huella en ti, bórrala.
Si no puedes, aún estoy aquí y puedo ayudarte, porque me estarías ayudando.
Y vuelvo y te digo: de eso trata el Amor.
Y si te es posible y si quieres, haz lo mismo.
Ya deberíamos haber borrado nuestras propias huellas.