DUYT. DIARIO URGENTE Y TARDÍO. DÍA 7.
1 de mayo de 2016
Día 7.
Diario…diario…diario
Todo te parecerá raro. Para eso estás. Aguante diario pues!
No ha sido abandono, ni desidia, tampoco contención. Va la confesión: o me lancé un “auto secuestro” o una “autoposesión”. Lo primero va más por una percepción aguda de lo que he sentido, como si me hubiese propiciado una situación interna de plagio propio; lo segundo, es como si me dejé sumisa(mente) tomar por mi misma –sanamente- desde una instancia que ya no soy ni ronda siquiera mi existencia. Saber y poder reconocer esto es lo que me libera, sin duda, de cualquier cosa.
Aduzco razones: permanecer una semana bajo el trato de para quienes soy Erika, sin más, sin responder a ninguna nomenclatura de ninguna índole. Divina experiencia, por lo demás. Contenta y asumida. Estuve entre aquellos que, aunque saben de mi transformación, se resisten a renunciar a lo que fui, por lo que me sostienen aún desde los vínculos que nos unen. Eso no me confundió, más bien me generó una forma de ceder por complacencia voluntaria hacia el otro.
Me llené de recuerdos, acuerdos, sensaciones, emociones que me hicieron desconocerme sin que eso significara nada, ni bueno ni malo -menos- todo lo contrario. Me asaltó lo que el otro da sin reparar, lo sentido. Y ¿quién es uno para imponer alguna otra presencia en su sentir fuera de la que conoce? Nadie, pues.
Se fue creando –imaginariamente- un episodio-ficción en el que una parte de mi se entregaba siendo víctima de nada, más que de un afecto inmensurable e irresistible. Me situé más allá del Síndrome de Estocolmo sabiendo que mi autoretención había sido propiciada por mi, un “autosecuestro” con cómplices conocidos.
Estar con mi hermano menor me llevó a sitios internos olvidados y por más que a uno le sobrevenga el estado de consciencia que ya no permea inconsistencia, se hace irrenunciable el amor. Se cede ante y desde el sentimiento que el otro sostiene por uno. Inmenso, intenso, indeleble, progenie de la más pura. A Luis y a mi nos bautizaron el mismo día, contaba ya con cinco años y él con dos. Nos oficializamos la identidad cristiana y civil a la par, iglesia y jefatura.
Me identifiqué entonces con un repentino asalto y juego, que cuando buscó identificación saltó mi cédula de identidad desde alguna parte, se incrustó contra la pared, rodó sin llegar al piso, la tomé en mi mano y leí en voz alta mi nombre de vientre, de mimos, de pila, civil, humano, el de mis padres. Aquellos a quienes sin dejar pasar un día les pido que me bendigan.
La segunda de mis teorías corre por mi amor propio. Lo más cercano a una posesión consensuada, de mi conmigo, sin pizca astral ni ente ajeno, “la misma que viste y calza”. Asumida –insisto- en responder ante el otro -quien quiera que sea- en su amor, sin despojarme de mi sacra condición interna por la que velo y actúo. Y de esto ya hay fe visible porque no me he podido atajar el pasado que se precipitó y hasta canal de Youtube generó, rememorando aquella Erika. Vaya que hay memoria y cuenta de eso! Vuelvo a confesar: estoy autoposeída. Y no necesito exorcismo ni martirio. Sigo siendo una.
Sí, me digo, soy la misma Erika que lo cargó como su bebé más querido, cuando decidió llegar dos meses antes de lo esperado, y todavía lo es. La que le cambió pañales junto a mi mami, la que le rompió su bicicleta porque no era mi rin, la que tuvo en él mejor productor en sus faenas televisivas, la que acepta todo lo que me brinda. Lo que de Shakti soy, sabe. Cada meditación me recuerda más lo unificado que es el Ser. Los conductos únicos de nuestra existencia y la misma multimensionalidad, en planos que rozan, sin choque, sin atropello, sin vacíos cuando existe toda comunión con el Principio. Agradezco.
El amor es medicina, la única, y si ni siquiera se padece, más. Profilaxis existencial. Inmune me siento a cuentos de caminos. Soy bendita, lo siento, de veras, que lo siento. Perdóname.
Om Namaha Shivaya
Mataji Shaktiananda
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