Andas por ahí intentando hacer contacto con algo o alguien,
buscando que algo te resuene,
haciendo las veces de que estás haciendo también
que resurja algo de ti, sin saber bien qué.
Quizás esperes que algo o alguien se identifique ante ti
y te diga lo que esperas.
Es que si acaso lo supieras,
no te darías a la tarea de perder el tiempo,
haciendo eso que te digo: buscando nada.
Me preguntarás: ¿Y cómo sé lo que tengo que saber?
Y es que a cada uno le toca, le llega ese momento,
que tiene que ver con lo que ya eres en ti.
No te creas que se trata de una alarma
que identificas con facilidad.
Es como un conjunto de sensaciones,
de vivencias que se van sucediendo
para que te des cuenta de lo que te está pasando.
Y te preguntarás una y otra vez ¿qué me pasa?
Y ante todo lo que pasa, tanto que pasa, todo el tiempo pasa,
solo te queda establecerte ahí en ti,
sosegarte y esperarte porque lo único que estás esperando es a ti.
Y eso nadie te lo trae, nadie te lo dice, nadie te responde.
Puedes acercarte si a quien ya tras esa espera se encontró.
Puedes reunirte si con quienes están como tú
anhelando ese encuentro,
trabajando en ese encuentro, propiciando ese encuentro.
Y te preguntarás ¿Cómo sabré quiénes son?
Y ahí si puedes empezar a distinguir,
a discernir uno a uno.
Y entonces habla de resonancia, de vibración,
de un poco más de encuentro.
Y mira cuántos y en qué forma hemos sido,
hemos sabido distinguir,
distinguirnos entre nosotros.
Entonces no te apures ni tampoco te atrases
en darle resolución, solución,
concreción a todo eso que habías estado sintiendo
y que tan solo es tu propio llamado a esperarte a ti,
a encontrarte a ti.
Tómalo así, no lo compliques, no te resistas,
no permitas que nadie te bloquee ni te inhiba de hacer,
de sentir lo que en ti está,
darte por fin la oportunidad de hacer posible el propósito único,
encontrarte al fin.