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Consagración a María Virgen

13 de Febrero de 2016

Ver después de algún tiempo aquella imagen que surgió espontáneamente en momentos dificiles, de los que han habido siempre, termina por ser -también lo de siempre-: un milagro. Sabiendo además lo más importante: todo se convierte en bendición, cuando el principio de amor es lo que persiste, por encima de cualquier otro. Sabiendo además que el amor es la protección más contundente, todo disipa -más- desde lo que nosotros mismos somos capaces de elaborar como fuerza contraria y nos desprotejemos por temor.
«El amor es sabio, el odio es tonto» dijo hace un tiempo Bertrand Russell, lejos de misticismos a los que era bastante ajeno, imprimió esa frase dentro del colectivo que la manosea para escasamente sentir lo que un ateo o agnóstico (le costó definirse) ofrendó, de allí que haya tantos tontos que odien y tan pocos que amen, aunque pocos, seamos más, cuánticamente expresado. ¿Sabios? no hay que serlo para amar.
Aquella Virgen, cualquiera, aquella Shakti, cualquiera, aquella expresión Madre de amor impoluto, envuelta en velos y sin rostro ante su criatura, nos evidenció un principio que jamás hemos desconocido. Presente siempre está.
Ayer fue un día extraordinario, único, como todos. Ananda, la dibujante, entonces de apenas dos años y poco más, le sonrió con esa expresión que muchos le conocen, plena en su encanto y en su vida en luz.
Lejos tambien de negaciones y contrarestos de expresiones humanas de fe, hoy, abiertos y expandidos, aceptamos estas expresiones que el hombre ha creado para restar su odio. Amor siempre!

Om Namaha Shivaya

Mataji Shaktiananda

Rezamos, oramos, manifestamos el «Santo Rosario», conducto cristiano de reverencia a la Madre Divina.

Para quienes no la han visto. Impresiona hoy que esto haya sido hace ya unos doce años. Preserva, conserva su energía intacta.
De un trazo Ananda pintó esta imagen, según, quien entonces nos las acercó. Agradecidos siempre!
«Aquella Virgen, cualquiera, aquella Shakti, cualquiera, aquella expresión Madre de amor impoluto, envuelta en velos y sin rostro ante su criatura, nos evidenció un principio que jamás hemos desconocido. Presente siempre está. »

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