No hay destino.
Es bueno que lo sepas o mejor que lo entiendas,
porque has entendido y digamos que erróneamente toda circunstancia kármica, toda.

Es por eso que quienes bien han entendido se han dado a la tarea de saber actuar,
Para, asimismo, saber labrar lo que pareciera ser el destino.
Entonces, si te estás preguntando hoy, así,
todavía distraído o tal vez ignorante de lo que esto es, te digo, te digo a ti:
¿Es que ahora vas a esconder el arma?
¿Es que hoy es que te provoca escuchar al que sufre?
¿Es precisamente ahora cuando atiendes al que no tiene?
¿Es también hoy cuando te has dado cuenta de que tienes más de lo que necesitas?
¿Estás pensando acaso robarle el ideal al otro?
¿Estás pretendiendo, asimismo, desconfiar de quienes están tratando de forjar
en sí mismos un entendimiento mayor?
Has querido dominar la más autentica y real forma que nos da la vida:
poder pensar, saber actuar, y aspirar a amar.

Pregúntate muy íntimamente
¿Qué tanto he aprendido, he sabido, he podido, he querido mantenerme en el principio?
Y si tienes que decir que no, hazlo. Aunque te avergüences de ti, hazlo.
Valdría más, sería más útil que te atrevieras a aceptar lo que no has aprendido.
Entiende bien, darías aun más ventajas. Lo otro sería negarla.
Se trata de un acto profundo de comunión propia, estarías ante tu propia contrición.
De eso es lo que se trata.
Tal vez entonces si seríamos más capaces de mirarnos como es sin desprecio,
sin mayor alteración, sin jugar al descontrol.
Siempre se trata de fortalecer el Principio que Es. Siempre.

Hay que manejar la prudencia.
Sostener el control.
Referenciarse en la acción propia.
Mantener absoluta calma.
Resguardarse en Amor.
Revisar toda Verdad.

Y, más que nada, saber decir en la forma que quieras,
en la forma que sepas, tu propia Verdad.
Que tu rezo sea tu propia Verdad.
Que tu petición sea en tu propia Verdad.
Es así que se tejen las formas para continuar, para avanzar, para proyectarse.
Mantén tu certeza de que las formas de Luz siempre están presentes.
Siempre.