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Vuelta a un yapamala en un soslayo

9 de Julio de 2015

Las vueltas del yapamala parecieran no alcanzar al manoseo afanoso que busca la consciencia para marear a la mente en su propio vacío. Los mantras como consignas, sellos, conductos, plegarias, letanías y discursos íntimos resuenan someros pero, a la vez, poderosos en medio de la algarabía caótica de las efluvias mentales que se expanden a difusas distancias de este epicentro ancestral de cósmicas faenas espirituales de rituales y ansias. Cada gota del Ganges resguarda alguna memoria, contaminada incluso -¿y cómo no?- del hombre temeroso de si mismo, lavador de sus culpas e inflingidor de autocastigos. Su memoria, esa que lo cruza de una onda a otra, se le olvida al otro paso, cuando patea al perro, escupe su vicio, observa lo que le esconde el sari desprendido e indiscreto, arrastra su codicia más allá del esfuerzo. Así como cada una de esas gotas guarda el hedor de la putrefacción que arroja este mundo envuelto en miseria humana ante la incomprensión propia y la negación al alcance mayor. Este drama no lo evidencia el famélico cuerpo de un sadhu o la verborrea ininteligible de algún comerciante que escamotea rupias, tampoco la mujer que lava metros de telas, ni el niño que chapotea inocente. El río arrastra todo y hasta donde se sabe las vidas mismas.
Me cuelgo el yapamala y sigo.

Om Namaha Shivaya

Mataji Shaktiananda

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